Washington creó algo llamado la OTAN, la Organización del
Tratado del Atlántico Norte en 1949 para soldar la Europa Occidental firmemente
a las futuras políticas exteriores de Washington. En 1986 los doce países de la
Comunidad Económica Europea de entonces modificaron el Tratado de Roma de 1957
y firmaron el Acta Única Europea. Con ese mandato se inició el mercado
único de la CEE que se llevaría a cabo a finales de 1992 y se establecieron
reglas para la Cooperación Política Europea, el precursor de la Política
Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea.
Luego, el 9 de noviembre de 1989, un evento de dimensión
histórica intervino para interrumpir la estrategia de la CEE para un mercado
único. La URSS de Gorbachov entregó la República Democrática Alemana a
Occidente. La Guerra Fría acabó de facto. Alemania se reunificaría. Al
parecer, el Oeste había ganado. La mayoría de los europeos estaban
jubilosos. Muchos creían que las décadas viviendo al borde de la posible
guerra nuclear habían terminado. La Europa emergente parecía orgullosa,
confiada en el futuro. La OTAN era una entidad creada por Washington, en
palabras de su primer Secretario General, Lord Ismay, para mantener a raya a
los rusos, parecía que ya no tenía razón de existir.
El Tratado de Maastricht, un documento con defectos fatales,
se introdujo en una reunión de la CEE, en diciembre de 1991. Un conmocionado
Helmut Kohl fue informado por el francés Mitterrand y la británica Margaret
Thatcher de que Alemania debería estar de acuerdo con la creación de una moneda
única para controlar el Bundesbank. Esta moneda única es la que hoy conocemos
como Euro junto con un supranacional Banco Central Europeo “independiente”. Fue
el chantaje como condición previa para su aceptación de la unificación alemana. Los
alemanes tragaron saliva y firmaron.
Lo que fue poco discutido en ese momento es que el Tratado
de Maastricht incluía también una sección que ordenaba el establecimiento por
primera vez de una Política Exterior y de Seguridad Común. Las doce naciones
firmaron el tratado y aparecieron discusiones intensas sobre el establecimiento
de un pilar de defensa europea independiente de la OTAN. Con el colapso de
la Unión Soviética, la razón de ser de la OTAN se había desaparecido. El
Pacto de Varsovia se había disuelto. Y Washington había asegurado a
Gorbachov que la OTAN no se extendería hacia el este.
El presidente estadounidense George HW Bush era un hombre que
dejó un legado empapado de sangre, desde sus primeros años en Washington en
donde, probablemente jugó un papel fundamental como agente de la CIA en Dallas,
Texas, el 22 de noviembre de 1963 en el asesinato de JFK. Luego pasó a
dirigir la CIA en la década de 1970 y para atraer a Saddam Hussein en ocupar
Kuwait en 1990 para proporcionar la excusa para una guerra sangrienta, la
Operación Tormenta del Desierto contra Irak.
Como presidente, Bush también puso en marcha los
acontecimientos para poder destruir Yugoslavia a partir de la década de 1990, al
igual que Washington está destruyendo la actual Ucrania. El propósito
central detrás de esa guerra incitado por Estados Unidos que asoló los Balcanes
durante una década, fue para dejar claro a los países de la UE que la OTAN,
bajo control del Pentágono de los Estados Unidos, se mantendría y, de hecho, se
extendería hacia el este. En
efecto, él utilizó la guerra de Yugoslavia para destruir la amenaza emergente
de una capacidad independiente de defensa de la UE, el núcleo de defensa de la UE. Como
el asesor presidencial de los Estados Unidos y ex fundador de la Comisión
Trilateral, Zbigniew Brzezinski describe abiertamente que la opinión de
Washington sobre Alemania, era un "vasallo" del poder imperial
estadounidense, no una nación soberana.
En 1999 Hungría, Polonia y la República Checa fueron
invitados oficialmente en Washington para unirse a la OTAN y el desmembramiento
de Yugoslavia fue coronado por los bombardeos vergonzosos e ilegales del
presidente Bill Clinton sobre Serbia en la llamada Guerra de Kosovo, con la aún
más vergonzosa participación del ministro de Relaciones Exteriores alemán, hijo
del carnicero húngaro, Joschka Fischer.
En 2004 Washington alegremente fue trayendo a la OTAN a
Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y
Eslovenia. También prepararon en secreto sus infames golpes de “revoluciones de colores” en Georgia y Ucrania
eligiendo como candidatos a los corruptos Viktor Yushchenko en la llamada
revolución naranja de Kiev y Mikhail Saakashvili en la Revolución Rosa de
Georgia. Ambos presidentes se comprometieron a unirse a la OTAN como parte
de la campaña. No es de extrañar que para el 2007, como el Secretario de
Defensa Donald Rumsfeld anunció, el Pentágono instalaría dispositivos de
misiles balísticos en Polonia y la República Checa dirigidos de facto hacia
Rusia. Moscú se estaba inquietando por estar siendo estrangulada en un
perímetro estratégico de la OTAN que finalmente llevó a la única superpotencia
del mundo a las puertas de Moscú.
Cuando los ministros de Relaciones Exteriores de Alemania y
Francia intervinieron en un desesperado esfuerzo de última hora para lograr un
compromiso con Kiev el 21 de febrero de 2014 para evitar la guerra civil en ese
país, se excluyó explícitamente una parte interesada de las conversaciones-el
gobierno de Estados Unidos. Llegaron a un compromiso que duró menos de 48
horas antes de que francotiradores respaldados por la CIA en Kiev encendieran los
disturbios y el pánico que causó la (un punto olvidado en la versión de los
medios de comunicación serviles) huida del democráticamente elegido presidente,
Viktor Yanukovich.
Al día siguiente, la
Administración de Obama, dirigido por la “halcón” del Departamento de Estado Victoria
"Fuck the UE" Nuland, el embajador estadounidense Geoffrey Pyatt, y las
legiones de agentes de la CIA dentro de la plaza Maidan instalaron abiertamente
sus títeres seleccionados a mano, utilizando los manifiestos neonazis de Pravy
Sektor. George Friedman, director de Stratfor, una consultora estratégica
de Estados Unidos cuyos clientes incluyen el Pentágono y la CIA, así como las
agencias israelíes, dijo al Kommersant de Rusia en una entrevista en diciembre,
que el golpe de estado organizado por Estados Unidos en Ucrania ha sido
"el golpe más flagrante en la historia".
Ahora algo altamente inusual está ocurriendo. Francia y
Alemania están abiertamente desafiando al Washington de Obama. En la noche
del 4 de febrero Merkel y el presidente francés Hollande rápidamente decidieron
volar juntos a Moscú para reunirse con Putin. El objetivo, según declaró el
portavoz de Putin fue que los "líderes de los tres estados van a
discutir lo que estos países pueden hacer para contribuir al rápido fin de la
guerra civil en el sureste de Ucrania, que se ha intensificado en los últimos
días y ha dado lugar a muchos víctimas ".
La parte más interesante del rápido viaje es que las cabezas
"vasallas", Angela Merkel y François Hollande no pidieron permiso a
Washington en primer lugar según una fuente del Gobierno francés. Al
anunciar el viaje espontáneo a Moscú, Hollande dijo a la prensa, "Junto
con Angela Merkel hemos decidido tomar una nueva iniciativa”.
Lo más interesante ante su "nueva iniciativa"
viene porque el secretario de Estado estadounidense John Kerry estaba reunido
en Kiev con el presidente Poroschenko para discutir las posibles entregas de
armas de Estados Unidos a Kiev, la marca preferida de Washington de la
"diplomacia" por el momento.
A principios de diciembre, Hollande hizo una visita sorpresa
a Moscú para reunirse con Putin para hablar sobre Ucrania. El presidente
francés declaró: "Creo que tenemos que evitar más " muros "que
nos separan. Ahora tenemos que ser capaces de sobrepasar los obstáculos y
encontrar soluciones”. Washington no estaba del todo contento con
eso (era de esperar). Hay una fuerte sospecha en algunos círculos de que
el ataque de falsa bandera del 7 de enero en la revista satírica, Charlie
Hebdo, fue la respuesta de la facción de la guerra de Washington-Tel Aviv a la
diplomacia de Hollande.
Y, la respuesta por parte de EE.UU. a los “vasallos”
europeos por el acuerdo de paz en Ucrania no se hará esperar: no habrá paz.