El dramático episodio empezó el 16 de marzo de 1978 en una operación
milimetrada. Moro se dirigía a la Cámara de Diputados. Cuando su coche
desembocó en la via Mario Fani, fue interceptado por un Fiat 128 con matrícula diplomática,
del que salieron varios terroristas. Otros lo hicieron de otro vehículo que
seguía al de la escolta, mientras que varios más, disfrazados, aparecieron de entre
los setos. En total, nueve hombres armados que en tres minutos mataron a los tres
carabineros de la escolta y trasladaron a peso al político en el Fiat 128, que
luego abandonaron.
A pesar de los 13.000 policías movilizados, los 40.000 registros domiciliarios y los 72.000 controles de carretera, la cárcel de Moro nunca fue hallada. El 9 de mayo, la indignación moral de los italianos colmó el vaso cuando su cadáver fue encontrado en el maletero de un coche abandonado en el centro de Roma, a pocos metros de la sede de la Democracia Cristiana. El cautiverio de Moro había durado 55 días. Las detenciones de los brigadistas se produjeron entre 1979 y 1981. Desde entonces, ha habido cinco procesos y 127 condenas –27 a cadena perpetua–, pero el misterio persiste. Ninguno de los nueve miembros del comando sigue preso, ni siquiera Mario Moretti, entonces jefe de la banda terrorista y autor material del asesinato. La mayoría se ha beneficiado de la reducción de condena, algunos sólo van a dormir a prisión y otros están en libertad.
Las Brigadas Rojas pretendían utilizar a Moro como prenda de trueque para liberar a sus correligionarios en prisión, pero el Gobierno se negó a negociar. Nunca se ha sabido exactamente dónde estuvo encerrado (al parecer, en la parte baja del barrio judío), pero un confidente apuntó que la central roma na de las Brigadas Rojas estaba en el número 96 de via Gradoli. La policía registró todos los pisos del edificio, excepto el que ocupaban los terroristas: después de llamar varias veces al timbre, “nadie respondió”.
En 1992, la comisión parlamentaria que investigaba el caso denunció la desaparición de toda la documentación existente en el Ministerio del Interior. Muchos sugieren que Moro, con su talante aperturista, se había ganada la enemistad de la derecha de su propio partido. Y no faltan acusaciones contra Francesco Cossiga, titular de Interior cuando se produjo el secuestro y asesinato de Moro, como las vertidas por el ex diputado comunista Sergio Flamigni en su libro “Los fantasmas del pasado”, donde señala las implicaciones del ex presidente en la creación en los años 50 de Gladio, una fuerza de asalto contrarrevolucionaria que participó en acciones terroristas de la extrema derecha. ¿Saldrá algún día a la luz todo lo que oculta el caso Aldo Moro? William Colby, ex di rector de la CIA en Italia y después director general de la agencia, escribe en “Mi vida en la CIA”: “Italia ha sido el mayor laboratorio de manipulación política clandestina. Mu chas operaciones han sido inspiradas en la experiencia acumulada en este país”.
A pesar de los 13.000 policías movilizados, los 40.000 registros domiciliarios y los 72.000 controles de carretera, la cárcel de Moro nunca fue hallada. El 9 de mayo, la indignación moral de los italianos colmó el vaso cuando su cadáver fue encontrado en el maletero de un coche abandonado en el centro de Roma, a pocos metros de la sede de la Democracia Cristiana. El cautiverio de Moro había durado 55 días. Las detenciones de los brigadistas se produjeron entre 1979 y 1981. Desde entonces, ha habido cinco procesos y 127 condenas –27 a cadena perpetua–, pero el misterio persiste. Ninguno de los nueve miembros del comando sigue preso, ni siquiera Mario Moretti, entonces jefe de la banda terrorista y autor material del asesinato. La mayoría se ha beneficiado de la reducción de condena, algunos sólo van a dormir a prisión y otros están en libertad.
Las Brigadas Rojas pretendían utilizar a Moro como prenda de trueque para liberar a sus correligionarios en prisión, pero el Gobierno se negó a negociar. Nunca se ha sabido exactamente dónde estuvo encerrado (al parecer, en la parte baja del barrio judío), pero un confidente apuntó que la central roma na de las Brigadas Rojas estaba en el número 96 de via Gradoli. La policía registró todos los pisos del edificio, excepto el que ocupaban los terroristas: después de llamar varias veces al timbre, “nadie respondió”.
En 1992, la comisión parlamentaria que investigaba el caso denunció la desaparición de toda la documentación existente en el Ministerio del Interior. Muchos sugieren que Moro, con su talante aperturista, se había ganada la enemistad de la derecha de su propio partido. Y no faltan acusaciones contra Francesco Cossiga, titular de Interior cuando se produjo el secuestro y asesinato de Moro, como las vertidas por el ex diputado comunista Sergio Flamigni en su libro “Los fantasmas del pasado”, donde señala las implicaciones del ex presidente en la creación en los años 50 de Gladio, una fuerza de asalto contrarrevolucionaria que participó en acciones terroristas de la extrema derecha. ¿Saldrá algún día a la luz todo lo que oculta el caso Aldo Moro? William Colby, ex di rector de la CIA en Italia y después director general de la agencia, escribe en “Mi vida en la CIA”: “Italia ha sido el mayor laboratorio de manipulación política clandestina. Mu chas operaciones han sido inspiradas en la experiencia acumulada en este país”.
Johannes Kramer, en uniforme del Bundeswehr,
con su hijo
Andreas y una de las dos hermanas de éste,
a los 7 años de edad
|
Andreas Kramer
podría ser un personaje de John le Carré. Este hombre de 48 años, sensible,
historiador interesado en Bizancio y de hablar un tanto atropellado, ha jurado
este mes ante un tribunal de Luxemburgo que su padre, Johannes Kramer, un
oficial de los servicios secretos alemanes (BND) que trabajaba para los grupos
terroristas de la OTAN (Gladio-stay Behind), fue el autor no solo de la mayoría
de los 24 atentados con bomba registrados en el Gran Ducado entre 1984 y 1985,
sino también del más mortífero atentado terrorista de la Alemania de posguerra:
el de la Oktoberfest de Munich, el 26 de septiembre de 1980, con 13 muertos y
213 heridos, una carnicería nunca aclarada con niños entre las víctimas y
muchos miembros amputados.
Esta información ha causado revuelo en Luxemburgo, en lo que
se conoce como el “juicio del siglo”, pero no en Alemania. Ningún juez alemán
se ha interesado por el asunto, ni ha llamado a declarar a Kramer. Nadie le ha
acusado de mentir, ni de ser un charlatán. Ningún medio de comunicación
importante se ha hecho eco.
Según Kramer, su padre era oficial de coordinación de
Gladio-Stay Behind y tenía el encargo de la ACC (Allied Clandestine Commission)
de la OTAN de preparar un atentado. Para eso necesitaba utilizar a otros, gente
a la que embarcar como autores. Mi padre los llamaba “tontos útiles”. Mi padre
tenía contacto con círculos de extrema derecha e implicó al “Grupo deportivo
militar Hoffmann” (la banda neonazi Wehrsportgruppe Hoffmann) en el asunto. Mi
padre contactó con Karl-Heinz Hoffmann como camarada, los dos eran de 1937, y
se ofreció a ayudarle en su guerra contra la República Federal Alemana. El
grupo de Hoffmann estaba a punto de ser ilegalizado. También conocía a Gundolf
Köhler (autor del atentado de Munich y único culpable indentificado, fallecido
al estallar la bomba) desde la época del Das Kommando, un periódico que editaba
el grupo. En una edición de los setenta se ve a Köhler con un casco nazi. Mi
padre decía que Köhler era el tipo ideal y que daba igual si moría. No se
identificó como agente de la OTAN porque si Hoffmann lo hubiera sabido le
habría mandado a sus matones contra él.
"Mi padre creó un equipo con dos oficiales del BND,
cuyos nombres no voy a dar, además de Köhler y Naumann, y confeccionaron la
bomba en un garaje de Donaueschingen. Mi padre era el principal porque era especialista
en explosivos. La bomba tenía que ser fácilmente manipulable y verosímil, en el
sentido de que se creyese que gente como Köhler la hubiese podido fabricar.
Construyeron varias, hicieron pruebas. Tardaron año y medio. El detonador vino
de Uelzen, el explosivo de la Naval Weapons Station de Den Helder (Holanda) y
fue entregado por el servicio secreto holandés, donde mi padre tenía contactos
con oficiales del Gladio-Stay Behind. Ellos trajeron el explosivo junto con el
extintor que se usó. El extintor venía de Inglaterra, era material del MI-6 de
los años cincuenta. El explosivo fue transportado en coches particulares,
incluido el de mi familia, matrícula BN-AE 500, hasta Donauschingen. Mi padre
me informó a lo largo de año y medio de los preparativos. El día del atentado,
cuando salió la noticia por la tele, mi padre estaba ante el televisor con
nosotros y dijo, “yo no quería eso”. Salimos de la sala, fuimos a otra
habitación a hablar, le dije, “¿por qué lo hiciste?”. “Déjame en paz”, me
respondió. Estuvo dos días sin hablar."
Operación Gladio (o más comúnmente Gladio) fue una
organización terrorista secreta anticomunista desarrollada en Europa Occidental
y apoyada y financiada por la CIA estadounidense y el MI6 inglés con el fin de
culpar al comunismo e impedir su expansión en nuestro continente. De hecho,
todos los países capitalistas de Europa tenía poseían contingentes secretos,
generalmente sin el conocimiento del gobierno correspondiente, aunque sí de su
consentimiento. Muchos nazis derrotados tras la 2º Guerra Mundial fueron
miembros de Gladio, que aceptaba solamente a "gente segura", es
decir, militantes nacional-socialistas alejados del conservadurismo moderado y
de la izquierda; librándose también de esta manera de juicios de guerra y en
muchos casos manteniendo un alto nivel de vida. El nombre de Gladio se aplica
generalmente a una serie de organizaciones paramilitares de diversos países, aunque
lo más correcto es su utilización exclusivamente para referirse a los
paramilitares italianos y descubierta el 24 de octubre 1990 por el Presidente
del Consejo de Ministros italiano Giulio Andreotti. Italia, Suiza y Bélgica
desarrollaron investigaciones parlamentarias. La trama fue condenada por el
Parlamento Europeo en resolución del 22 de noviembre de 1990. Nadie resultó
condenado por estos hechos, no se siguieron las investigaciones y se desconoce
su situación actual.
¿Qué es la "estrategia de tensión"?
La estrategia de la tensión es una estrategia política
criminal en la que los extremistas vinculados a los servicios secretos
militares llevan a cabo ataques terroristas mediante la colocación de bombas en
lugares públicos. El efecto es sembrar el miedo en la población y culpar a los
enemigos políticos del crimen. Después de los ataques terroristas, el Estado y
los servicios secretos pueden pedir más dinero y más poder de vigilancia,
incluidos el derecho al registro de casas o computadoras. La mayoría de la
gente no sabe acerca de la estrategia de la tensión, no se sabe lo que
significa la palabra y no se sabe que a veces esas tácticas se están
utilizando. Pero tenemos el testimonio de los extremistas italianos de derechas
que participaron en esta estrategia político criminal en Italia en la década de
1970. He descrito esto con más detalle en mi libro «Los ejércitos secretos de
la OTAN".
Estos ejércitos secretos son muy desconocidos hasta hoy.
¿Creó la OTAN ejércitos invisibles, como la red Gladio, en los países de Europa
del Este para frenar la ofensiva soviética?
Sí, se ha confirmado que la OTAN en la década de 1950 creó
estos ejércitos secretos en todos los países de Europa Occidental, incluidos
Alemania, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Bélgica, Noruega, Dinamarca,
Portugal y España. Ahora sabemos que en los países también neutrales como
Suiza, Austria, Suecia y Finlandia operaban estos ejércitos secretos. Fueron
descubiertos en 1990. En Italia, el nombre del ejército secreto era
"Gladio", en otros países operaban con diferentes nombres, en Suiza,
por ejemplo, se les llamaba "P26".
En la mayoría de los países los servicios secretos militares
al mando del ejército secreto, están en estrecho contacto con el servicio
secreto de los EEUU, la CIA, y el MI6 británico. Tenía dos tareas:
Primera: luchar como un guerillia en caso de una invasión
soviética de los países de la OTAN tras las líneas enemigas. Como no hubo
invasión esta tarea nunca fue activada. En segundo lugar, y con mucha
delicadeza, en algunos países, no en todos, los ejércitos secretos tenían la
tarea - en ausencia de una invasión soviética - de manipular el sistema
político a través de la estrategia de tensión y evitar, por ejemplo, la llegada
al poder del fuerte partido comunista italiano, el PCI.
¿También en España? ¿Qué le interés tenía EEUU en España?
La situación de España es especial, porque durante la
Dictadura de Franco no había necesidad de manipular las elecciones o luchar
contra los comunistas. Cuando en 1990 Calvo Sotelo, el presidente en la década
de 1980, se enteró de los descubrimientos sobre Gladio, declaró: "¡En
España Gladio fue el Gobierno!". Quería decir que la extrema derecha, que
dominó el ejército secreto italiano, se encontraban en España en el poder. Así
que el caso español es muy especial.
Cuando España entró en la OTAN en 1982, el servicio secreto
militar español CESID (Centro Superior de Informacion de la Defensa) estaba
integrado en el Comité Aliado Clandestino (ACC), que fue una rama secreta de la
OTAN, donde los comandantes nacionales se reunían “stay-behind” (“a espaldas”,
término utilizado en inglés para operaciones o actuaciones secretas)
periódicamente. Cuando sin embargo, en 1990 la red de Gladio se descubrió, el
CESID dijo al ministro de Defensa Narcís Serra que nunca existió un ejército secreto
“stay-behind” en España y que no había vínculos con la OTAN. Esto no era
cierto, pero Serra presenta esta historia en el parlamento español y el
director general del CESID, Alonso Manglano, se negó a responder a cualquier
pregunta. Hasta hoy nunca ha habido una investigación exhaustiva sobre la
historia y estructura de los agentes españoles implicados en este tipo de
actividades. Algunos parlamentarios, entre ellos Antonio Romero de IU, trató de
arrojar algo de luz sobre el tema e hicieron preguntas en el parlamento, pero
no tuvieron éxito.