El Viceministro de Relaciones Exteriores de Ucrania dijo en
una reciente entrevista en RadioCBC de Canadá, que se está preparando para la "guerra total"
contra Rusia y Canadá debería de ayudar mediante el suministro de armas letales
y la capacitación para utilizarlas. Vadym Prystaiko, que hasta el pasado otoño
fue embajador de Ucrania en Canadá, dice que el mundo no debe tener miedo de
unirse a Ucrania en la lucha contra una potencia nuclear.
Sin embargo, lo que es tal vez lo más destacable de este “momento
Prystaiko” es que no se ha producido casi ninguna reacción en Occidente. Un
alto funcionario ucraniano diciendo que el mundo debería arriesgarse a una
guerra nuclear en un conflicto civil en Ucrania y pasa totalmente desapercibido.
Habría que suponer que Occidente, en lugar de apoyar la elaboración de un plan
para una estructura federalizada en Ucrania o incluso permitir a las personas en
el este que voten sobre si quieren permanecer bajo el control del régimen de
Kiev, el mundo debe de arriesgarse a la aniquilación nuclear.
Pero ahí radica una de las historias menos denunciados de la
crisis de Ucrania: Hay una locura del régimen de Kiev que Occidente no quiere
reconocer porque hacerlo sería poner de cabeza la narrativa dominante de
"nuestros" chicos buenos vs los chicos malos, Rusia. Si empezamos a
notar que el régimen de derecha (por no decir fascista) en Kiev es una locura y
brutal, entonces, también podríamos empezar a cuestionar el mantra
"agresión rusa".
De acuerdo con el "pensamiento de grupo"
occidental, el post-golpe de estado ucraniano comparte “nuestros valores",
favoreciendo la democracia y la modernidad, mientras que los rebeldes de etnia
rusa en el este de Ucrania son "lacayos de Moscú" que representan las
fuerzas oscuras de atraso y violencia, personificada por la "irracionalidad"
del presidente ruso Putin. Desde este punto de vista, el conflicto es un
enfrentamiento entre las fuerzas del bien y el mal, donde no hay espacio para
el compromiso.
Sin embargo, este "pensamiento de grupo" resulta
una locura y se destapa por los comentarios de Prystaiko. No sólo muestra que el
régimen de Kiev tiene una actitud displicente acerca de arrastrar al mundo a
una catástrofe nuclear, sino que también ha desplegado neonazis armados y otros
extremistas de derecha a librar una guerra sucia en el este que ha involucrado actividades de tortura y escuadrones de la
muerte.
Ningún gobierno europeo, desde la Alemania de Adolf Hitler,
ha tenido a bien enviar tropas de asalto nazis para guerrear con una población
nacional, pero el régimen de Kiev lo ha hecho a sabiendas. Sin embargo, a
través de medios de comunicación / espectro político de Occidente, ha habido un
esfuerzo estudiado para encubrir esta realidad, hasta el punto de ignorar los innumerables
hechos acaecidos y bien documentados. The New York Times y el Washington Post
han encabezado esta malversación periodística poniendo anteojeras para no ver
neonazis en Ucrania, por ejemplo, cuando describió el papel clave desempeñado
por el batallón de Azov en la guerra contra los rusos étnicos en el este. El 20 de febrero, en un informe de Mariupol, el Post citó la importancia del batallón de Azov
en la defensa de la ciudad portuaria en contra de una posible ofensiva rebelde.
Las conmovedoras palabras del Post encajan con la narrativa insistente de los
medios de comunicación occidentales y su negativa a incluir información
significativa sobre el batallón de Azov, que es conocida por marchar bajo
banderas nazis, mostrando la cruz gamada y el símbolo de la SS pintada en sus
cascos. The New York Times presentó un artículo similar falseado de Mariupol, el 11 de febrero, presentando a
los rebeldes rusos étnicos como bárbaros contra el civilizado batallón Azov. Aunque
proporciona mucho color y detalle - citando a un líder prominente de Azov - el
Times deja fuera el hecho bien conocido que el batallón de Azov se compone de neonazis.
En un "mundo normal", los periodistas europeos y
estadounidenses podrían explicar a sus lectores cómo de loco es todo esto; cómo
una disputa sobre el ritmo de la aplicación de un acuerdo de asociación europea
al mismo tiempo que querer mantener unos lazos económicos con Rusia podría
haber sido elaborado dentro del sistema político ucraniano sin necesidad de un
"cambio de régimen" respaldado por Estados Unidos en febrero pasado y
mucho menos una guerra civil.
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