La situación de seguridad en Libia, que sigue empeorando,
obligó a la Casa Blanca a buscar vigorosamente soluciones al problema del poder
en un país sumido en una crisis integral debido a la intervención militar de
Estados Unidos en 2011.
De hecho, el país se divide en tres partes - Tripolitania,
Cirenaica y Fezzan, dos de las cuales han declarado la autonomía y
prácticamente ignoran al gobierno central. Ni la estructura del nuevo
gobierno estatal ni las fuerzas armadas han sido totalmente implementadas. Sigue
habiendo un número importante de militantes y militantes islamistas radicales
que no han accedido a someterse al control de las autoridades y están
subordinados únicamente a sus comandantes de campo. Organizan ataques
terroristas y utilizan activamente la práctica del secuestro como medio para
presionar a las nuevas autoridades libias. La degradación de la situación en
Libia en julio 2014 adquirió un carácter aplastante.
Sin embargo, como el Washington Post escribió, "Libia necesita a los
EE.UU. para su transición a la democracia", - una forma de explicar la
simpatía "desinteresada" que tiene Washington para con este país. En
este caso, el periódico no dejó de señalar que "la inmensa riqueza
petrolera del país, junto con su relativamente “pequeña y homogénea población
"(6,5 millones de ciudadanos), permite financiar su desarrollo mediante una
participación de inversión extranjera modesta".
Hoy en Libia, no hay ninguna autoridad central, sustituida
por dos gobiernos: en Trípoli, los islamistas sostienen el Parlamento en sus
manos, y un segundo parlamento en Tobruk, que está encabezada por "anti-islamistas"
y reconocido por Estados Unidos y, por lo tanto, la comunidad internacional.
Washington lleva mucho tiempo “reforzando” las estructuras
de poder en Tobruk con su gente, con la esperanza de crear a partir de ellos
una "columna vertebral" para el futuro de un gobierno títere que
diligentemente segua las instrucciones de la Casa Blanca y, en consecuencia,
los Estados Unidos cosecharían los beneficios para los cuales se llevaron a
cabo el derrocamiento de Gadafi y la intervención armada en Libia en 2011.
Naturalmente, para este propósito Washington se está centrando en los líderes
de los paramilitares en Tobruk.
El general retirado del ejército libio Khalifa Belqasim
Haftar es quien más claramente representa los postulados beneficiosos para Washington y la
CIA, que hoy está a un tiro de piedra de las principales formaciones del ejército
libio y obtener el apoyo del Parlamento nacional.
Haftar nació en 1949 en Bengasi y comenzó a servir en el
ejército libio desde una edad temprana. En 1969, apoyó activamente a
Gadafi en el derrocamiento revolucionario del Rey, Idris 1 –sumiso con Gran
Bretaña-, que determinó en gran medida el ascenso en su carrera militar hasta
2011. Haftar mejoró su conocimiento militar en instituciones de enseñanza
superiores de Libia y la Unión Soviética así como una serie de otros países con
los que el régimen de Gadafi mantenía estrechos vínculos.
En los años 80 Haftar, siendo uno de los principales
comandantes del ejército, participó activamente en el conflicto armado
libio-Chad, fue capturado por las tropas francesas en Chad, de donde los EE.UU.
lo extrajo e hizo arreglos para que viviera en Virginia en 1990 - cerquita de
la sede de la CIA. Durante sus 23 años de exilio en los Estados Unidos
Haftar se convirtió en ciudadano estadounidense, mientras que en los EE.UU.
formó una oposición a Gaddafi con otros militares y civiles exiliados. Después
de la intervención armada de Estados Unidos en el país y en la estela de la
"primavera árabe", Washington lo devolvió a Libia en 2011, y se
convirtió en uno de los altos funcionarios del "ejército libio
renovado".
En febrero 2014 los medios informaron que Haftar solicitó la
suspensión del Congreso Nacional y comenzó la acción militar contra los grupos
islámicos que ocuparon todos los puestos en el gobierno de Libia después de
Gadafi. Sin embargo, estas acciones no condujeron a resultados notables
hasta el 16 de mayo cuando se lanzó una campaña militar contra el actual
gobierno interino y al Parlamento de Libia, que los medios de comunicación del
emirato bautizaron como "la Caridad de Libia".
Hoy el general Haftar tiene un número importante de armas
que, según ciertos datos, se estima en 50 millones de unidades. Por lo
tanto, no resulta extraño que su grupo de combatientes se hicieran con el Poder
del Banco Central de Libia en Bengasi, el 21 de enero. El 22 de enero, según el
diario New York Times , los militantes han establecido un
control completo sobre la sucursal del banco central, en la que los ingresos
guardados por las exportaciones de petróleo y las reservas de divisas de Libia rondan
alrededor de 100 mil millones de dólares. Según el diario, el banco
central de Libia era "la última institución en funcionamiento de la nación”.
En el contexto de estos éxitos, los partidarios Haftar comenzaron a llamarlo "el comandante supremo del ejército" y él, con el fin de fortalecer aún más su poder personal, inicó una nueva ola de críticas contra el primer ministro. Sin descansar "en los laureles" y siguiendo claramente las recomendaciones de sus comisarios americanos, Haftar en una entrevista reciente con Asharq Al-Awsal ya anunció su intención de postularse a la presidencia, diciendo que "si tengo la aprobación del pueblo, actuaré".
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