Hay un nuevo desarrollo en la historia humana que se está produciendo y que no se está contando.Aquí, intentamos explicarlo.

10 ene 2015

Nos dirigimos como zombies a una sociedad sin efectivo. ¿Será bueno?

El HSBC, el tercer banco más grande del mundo y el principal lavandero de dinero que eligen los traficantes de drogas, comerciantes de armas y los grupos terroristas de todo el mundo, estuvo recientemente en las noticias por limitar la cantidad de efectivo que podían retirar los clientes de sus propias cuentas (aunque después del revuelo que suscito tal política, el HSBC la rescindió).

Según la BBC:

A algunos clientes del HSBC se les ha impedido retirar grandes sumas de dinero en efectivo porque no pudieron presentar evidencias de por qué querían hacer eso… Le han dicho los oyentes a la estación de Radio 4 Money Box, que fueron impedidos de retirar, de sus propias cuentas, cantidades que iban de £5.000 a  £10.000.

Durante el mismo periodo, el banco aparentemente no tuvo esos problemas para aceptar transferencias electrónicas, por lo cual uno puede fácilmente suponer que de lo que se trata es del dinero en efectivo del cliente, más que del dinero del cliente en general.

Esta nueva maniobra del banco con sede en Gran Bretaña, y que hasta el cuello en casi todos los escándalos financieros imaginables, es meramente el último episodio del gran atraco que hacen las grandes financieras y el gran gobierno sobre las transacciones en efectivo.

El lazo corredizo aprieta sobre los pagos en efectivo

Durante años los gobiernos nacionales han estado tratando de reducir el número y el tamaño de las transacciones en efectivo dentro y entre sus respectivas economías. En los EE.UU. cualquier empresa o persona que reciba $10.000 o más en “efectivo” ( entre comillas porque no es realmente sólo en efectivo) para una [liquidación], debe llenar el Formulario 8300. Los bancos deben también reportar las transacciones en efectivo por esa cantidad.

La misma práctica también se ha aplicado en Europa. De este modo, se requiere que las partes de cualquier transacción grande hecha en efectivo, expliquen de dónde vino su dinero y para qué fue éste empleado. En 2013, el gobierno de Francia llevó esta práctica aún más allá al imponer nuevos controles sobre las transacciones en efectivo que vieron el límite de la transacción en efectivo disminuir de 3.000 a unos irrisorios 1.000 euros.

Las razones para tomar tales medidas son obvias: en momentos en que la mayoría de los países se esfuerzan por frenar el gasto público, para no hablar de cumplir con los cada vez más onerosos pagos de intereses de su totalmente insostenible carga de la deuda, los gobiernos están examinando frenéticamente su entorno buscando cualquier cosa de valor que puedan robar o tomar en prenda. Y cuando se trata de la codicia del gobierno, sobre todo cuando hay crisis fiscales agudas como la actual, no hay límites.

Como  dice Patrick Henningsen, del CenterFor Research On Globalization

“… hace mucho que los colectivistas y las élites tecnocráticas están soñando en eliminar la [semi-desregulada] economía monetaria y los mercados. Si la sociedad sin dinero en efectivo fuera introducida, ellos tendrían un control casi total sobre la vida de las personas”.

Sin embargo, una cosa es que se requiera por ley a los clientes del banco o a las partes de una transacción en efectivo que expliquen de dónde proviene su dinero, y otra muy distinta es preguntarles cómo van a utilizar el dinero que desean retirar de sus propias cuentas bancarias .

Como se quejaba el señor Cotton, cliente del HSBC, a la BBC :

“He estado haciendo operaciones en ese banco durante 28 años. Todos me conocen ahí. Uno no debería tener que explicarle a su banco para qué quiere ese dinero. No es su dinero, es de uno”.

En muchos sentidos, el efectivo les ofrece a los ciudadanos el último refugio que quedaba de la privacidad y el anonimato en la cada vez más amalgamada red mundial de control. Y es precisamente por esta razón que el gran gobierno y las grandes finanzas parecen decididos a acabar con él por completo. Mediante la creación de una referencia cruzada mundial de todo lo que se mueve en el mundo financiero, los gobiernos serán capaces de rastrear cada centavo que ganamos, gastamos o ahorramos.

¿Es una coincidencia que los mismísimos gobiernos que han estado implementando medidas cada vez más draconianas para limitar el uso de efectivo en la economía hayan también estado promoviendo el uso de alternativas digitales, como el dinero móvil – es decir, el uso del teléfono móvil como tu cartera personal – que puede ser mucho más fácilmente seguido y monitoreado?

El ascenso del dinero móvil

Hasta ahora, gran parte del crecimiento en el mercado de dinero móvil se ha dado en el África Sub-Sahariana, donde los sectores financieros subdesarrollados han proporcionado el perfecto terreno de pruebas para proyectos de dinero móvil. Según el Mobile Africa Report 2011, se estimó que más de 500 millones de suscriptores de telefonía móvil estaban activos en África. Como informa The Economist, una encuesta realizada por tres gigantes corporativos -la Fundación Gates, el Banco Mundial y la Encuesta Mundial Gallup- encontró que hay 20 países en el mundo en donde  más del 10 por ciento de los adultos dijeron que habían usado el dinero móvil en algún momento en el 2011. De ellos, 15 están en África. En Kenia, Sudán y Gabón, en donde la mitad o más de los adultos usó el dinero móvil en 2011.

La red líder operadora de telefonía móvil en Kenia, Safaricom (ahora mayoritariamente propiedad de Vodafone) se jacta de tener más de 14,7 millones de usuarios activos en su plataforma de dinero móvil en posesión de cuentas M- Pesa. Esto se traduce en más de 36.75 por ciento de la población de Kenia con cuentas de haberes de M-Pesa -esto sin tomar en cuenta a los usuarios de dinero móvil en las otras redes. Los fondos transferidos por M-Pesa ahora son iguales a un asombroso 25 por ciento del PIB del país.

Desde la introducción de la transferencia de dinero móvil en África -en particular por Safaricom - África ha atestiguado un cambio paradigmático en los métodos de las transacciones financieras. En cierto modo, esto ha sido un desarrollo positivo: el dinero móvil le ha permitido, a muchas personas con educación primaria o sin educación, acceder por primera vez a los servicios financieros. Y también ha ayudado a reducir la brecha entre los que están bancarizados y los que no, lo que le permite a la gente recibir remesas bancarias de familiares en el extranjero, así como impulsar una nueva generación de compañías africanas incipientes.

Pero también existe un lado muy siniestro del dinero móvil. Como informa el sitio de tecnología africana Humanipo.com, el aumento de dinero móvil también ha expuesto a los clientes a toda una nueva especie de estafadores:

Casos recientes han visto defraudadores engañando los Sistemas de Mensajes Cortos SMC o  SMS en inglés, al aparecer como originados por los proveedores de telefonía móvil, bancos u otras instituciones financieras, para hacerles trampa a los suscriptores de dinero móvil con sus fondos.

No es sólo en África donde se han identificado el fraude y otros problemas relacionados. En el Reino Unido la autoridad de la Conducta Financiera, ha advertido que el fraude, el software malicioso, los errores tipograficos con el “dedo gordo” y los colapsos informáticos plantean amenazas para los clientes que utilizan los servicios de banca móvil.

Un futuro oscuro

Sin embargo, el mayor riesgo que  plantean las alternativas digitales como el dinero móvil es la potencial concentración masiva de poder financiero, y los abusos y conflictos de intereses que seguramente se producirían. Naturalmente no hace falta decir que la mayoría de las instituciones que regirán el espacio del dinero digital serán las mismísimas instituciones -como el HSBC- que ya han roto casi todas las reglas del libro de normas de los servicios financieros.

Tales instituciones han manipulado prácticamente todos los mercados existentes; y han mercantilizado y financializado casi todos los recursos naturales de valor de este planeta, e inmediatamente después de la crisis financiera que casi sin ayuda causaron, han extraído miles de millones de dólares de los bolsillos de sus propios clientes y billones de los contribuyentes.

¿Y qué tal con nuestras respectivas autoridades gubernamentales? ¿Confiáis en ellas? Como advierte Scott A.,  Shay, presidente del Signature Bank en un artículo sorprendentemente convincente e informativo de la CNBC, tal vez tengas una buena razón para no hacerlo:

El gobierno de EE.UU. se está aficionando mucho a tomar el dinero de los ciudadanos primero y preguntar después a través del decomiso civil. Sorprendentemente, se le permite al gobierno hacer esto por ley, incluso si sólo se trate de  que algún miembro del personal del gobierno tenga una sospecha, y no una prueba, de una fechoría…

Para empeorar las cosas, la dramática consolidación del sistema bancario le ha facilitado al gobierno la adquisición de información al haber menos puntos de acceso. Por ejemplo, JP Morgan, uno de los bancos más grandes y poderosos de Estados Unidos, tiene el tamaño de más de 3.000 bancos pequeños, y los cuatro principales bancos de Estados Unidos controlan cerca del 60 por ciento de los depósitos bancarios estadounidenses.

Y sin embargo, caminamos dormidos, casi como zombies, hacia una sociedad sin dinero en efectivo. En aras de unos pocos avances en comodidad, estamos dispuestos a otorgarles a nuestros gobiernos y a los más grandes bancos “demasiado-grandes-para- quebrar”, la posibilidad de tener un control total sobre cada una de nuestras transacciones diarias. Y mientras que las monedas virtuales como Bitcoin podrían parecer como un antídoto de este escenario, ellas son, como nos advierte Shay, también objeto de monitoreo y pueden ser reguladas de forma que pudieran limitar o incluso terminar con su utilidad. De hecho, ya se la están quitando del medio.

Parafraseando uno de los dictámenes más cotizados de nuestro tiempo -por cortesía del gran,  Lord Acton- estamos, al parecer, descendiendo hacia un mundo donde las nuevas tecnologías amenazan con poner el poder absoluto muy al alcance de un selecto grupo de personas y organizaciones -personas y organizaciones que han traicionado a través de sus repetidas acciones, casi todas las nociones posibles de la confianza mutua.


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