El HSBC, el tercer banco más grande del mundo y el principal
lavandero de dinero que eligen los traficantes de drogas, comerciantes de armas
y los grupos terroristas de todo el mundo, estuvo recientemente en las noticias
por limitar la cantidad de efectivo que podían retirar los clientes de sus
propias cuentas (aunque después del revuelo que suscito tal política, el HSBC
la rescindió).
Según la BBC:
A algunos clientes del HSBC se les ha impedido retirar grandes sumas de dinero en efectivo porque no pudieron presentar evidencias de por qué querían hacer eso… Le han dicho los oyentes a la estación de Radio 4 Money Box, que fueron impedidos de retirar, de sus propias cuentas, cantidades que iban de £5.000 a £10.000.
Durante el mismo periodo, el banco aparentemente no tuvo
esos problemas para aceptar transferencias electrónicas, por lo cual uno puede
fácilmente suponer que de lo que se trata es del dinero en efectivo del
cliente, más que del dinero del cliente en general.
Esta nueva maniobra del banco con sede en Gran Bretaña, y
que hasta el cuello en casi todos los escándalos financieros imaginables, es
meramente el último episodio del gran atraco que hacen las grandes financieras
y el gran gobierno sobre las transacciones en efectivo.
El lazo corredizo aprieta sobre los pagos en efectivo
Durante años los gobiernos nacionales han estado tratando de
reducir el número y el tamaño de las transacciones en efectivo dentro y entre
sus respectivas economías. En los EE.UU. cualquier empresa o persona que reciba
$10.000 o más en “efectivo” ( entre comillas porque no es realmente sólo en
efectivo) para una [liquidación], debe llenar el Formulario 8300.
Los bancos deben también reportar las transacciones en efectivo por esa
cantidad.
La misma práctica también se ha aplicado en Europa. De este
modo, se requiere que las partes de cualquier transacción grande hecha en
efectivo, expliquen de dónde vino su dinero y para qué fue éste empleado. En
2013, el gobierno de Francia llevó esta práctica aún más allá al imponer nuevos
controles sobre las transacciones en efectivo que vieron el límite de la
transacción en efectivo disminuir de 3.000 a unos irrisorios 1.000 euros.
Las razones para tomar tales medidas son obvias: en momentos
en que la mayoría de los países se esfuerzan por frenar el gasto público, para
no hablar de cumplir con los cada vez más onerosos pagos de intereses de su
totalmente insostenible carga de la deuda, los gobiernos están examinando
frenéticamente su entorno buscando cualquier cosa de valor que puedan robar o
tomar en prenda. Y cuando se trata de la codicia del gobierno, sobre todo
cuando hay crisis fiscales agudas como la actual, no hay límites.
Como dice Patrick Henningsen, del CenterFor Research On Globalization,
“… hace mucho que los colectivistas y las élites tecnocráticas están soñando en eliminar la [semi-desregulada] economía monetaria y los mercados. Si la sociedad sin dinero en efectivo fuera introducida, ellos tendrían un control casi total sobre la vida de las personas”.
Sin embargo, una cosa es que se requiera por ley a los
clientes del banco o a las partes de una transacción en efectivo que expliquen
de dónde proviene su dinero, y otra muy distinta es preguntarles cómo van a
utilizar el dinero que desean retirar de sus propias cuentas bancarias .
Como se quejaba el señor Cotton, cliente del HSBC, a la BBC
:
“He estado haciendo operaciones en ese banco durante 28 años. Todos me conocen ahí. Uno no debería tener que explicarle a su banco para qué quiere ese dinero. No es su dinero, es de uno”.
En muchos sentidos, el efectivo les ofrece a los ciudadanos
el último refugio que quedaba de la privacidad y el anonimato en la cada vez
más amalgamada red mundial de control. Y es precisamente por esta razón que el
gran gobierno y las grandes finanzas parecen decididos a acabar con él por
completo. Mediante la creación de una referencia cruzada mundial de todo lo que
se mueve en el mundo financiero, los gobiernos serán capaces de rastrear cada
centavo que ganamos, gastamos o ahorramos.
¿Es una coincidencia
que los mismísimos gobiernos que han estado implementando medidas cada vez más
draconianas para limitar el uso de efectivo en la economía hayan también estado
promoviendo el uso de alternativas digitales, como el dinero móvil –
es decir, el uso del teléfono móvil como tu cartera personal – que puede ser
mucho más fácilmente seguido y monitoreado?
El ascenso del dinero móvil
Hasta ahora, gran parte del crecimiento en el mercado de
dinero móvil se ha dado en el África Sub-Sahariana, donde los sectores
financieros subdesarrollados han proporcionado el perfecto terreno de pruebas
para proyectos de dinero móvil. Según el Mobile Africa Report 2011,
se estimó que más de 500 millones de suscriptores de telefonía móvil estaban
activos en África. Como informa The Economist, una encuesta
realizada por tres gigantes corporativos -la Fundación Gates, el Banco Mundial
y la Encuesta Mundial Gallup- encontró que hay 20 países en el mundo en
donde más del 10 por ciento de los adultos dijeron que habían usado
el dinero móvil en algún momento en el 2011. De ellos, 15 están en África. En
Kenia, Sudán y Gabón, en donde la mitad o más de los adultos usó el dinero
móvil en 2011.
La red líder operadora de telefonía móvil en Kenia,
Safaricom (ahora mayoritariamente propiedad de Vodafone) se jacta de tener más
de 14,7 millones de usuarios activos en su plataforma de dinero móvil en
posesión de cuentas M- Pesa.
Esto se traduce en más de 36.75 por ciento de la población de Kenia con cuentas
de haberes de M-Pesa -esto sin tomar en cuenta a los usuarios de dinero móvil
en las otras redes. Los fondos transferidos por M-Pesa ahora son iguales a un
asombroso 25 por ciento del PIB del país.
Desde la introducción de la transferencia de dinero móvil en
África -en particular por Safaricom - África ha atestiguado un cambio
paradigmático en los métodos de las transacciones financieras. En cierto modo,
esto ha sido un desarrollo positivo: el dinero móvil le ha permitido, a muchas
personas con educación primaria o sin educación, acceder por primera vez a los
servicios financieros. Y también ha ayudado a reducir la brecha entre los que
están bancarizados y los que no, lo que le permite a la gente recibir remesas
bancarias de familiares en el extranjero, así como impulsar una nueva
generación de compañías africanas incipientes.
Pero también existe un lado muy siniestro del dinero móvil.
Como informa el sitio de tecnología africana Humanipo.com,
el aumento de dinero móvil también ha expuesto a los clientes a toda una nueva
especie de estafadores:
Casos recientes han visto defraudadores engañando los
Sistemas de Mensajes Cortos SMC o SMS en inglés, al aparecer como
originados por los proveedores de telefonía móvil, bancos u otras instituciones
financieras, para hacerles trampa a los suscriptores de dinero móvil con sus
fondos.
No es sólo en África donde se han identificado el fraude y
otros problemas relacionados. En el Reino Unido la autoridad de la Conducta
Financiera, ha advertido que el fraude, el software malicioso, los errores
tipograficos con el “dedo gordo” y los colapsos informáticos plantean amenazas
para los clientes que utilizan los servicios de banca móvil.
Un futuro oscuro
Sin embargo, el mayor riesgo que plantean las alternativas digitales como el
dinero móvil es la potencial concentración masiva de poder financiero, y los
abusos y conflictos de intereses que seguramente se producirían. Naturalmente
no hace falta decir que la mayoría de las instituciones que regirán el espacio
del dinero digital serán las mismísimas instituciones -como el HSBC- que ya han
roto casi todas las reglas del libro de normas de los servicios financieros.
Tales instituciones han manipulado prácticamente todos los
mercados existentes; y han mercantilizado y financializado casi todos los
recursos naturales de valor de este planeta, e inmediatamente después de la
crisis financiera que casi sin ayuda causaron, han extraído miles de millones
de dólares de los bolsillos de sus propios clientes y billones de los contribuyentes.
¿Y qué tal con nuestras respectivas autoridades
gubernamentales? ¿Confiáis en ellas? Como advierte Scott A., Shay, presidente del Signature Bank en un artículo sorprendentemente
convincente e informativo de la CNBC,
tal vez tengas una buena razón para no hacerlo:
El gobierno de EE.UU. se está aficionando mucho a tomar el dinero de los ciudadanos primero y preguntar después a través del decomiso civil. Sorprendentemente, se le permite al gobierno hacer esto por ley, incluso si sólo se trate de que algún miembro del personal del gobierno tenga una sospecha, y no una prueba, de una fechoría…
Para empeorar las cosas, la dramática consolidación del
sistema bancario le ha facilitado al gobierno la adquisición de información al
haber menos puntos de acceso. Por ejemplo, JP Morgan, uno de los bancos más
grandes y poderosos de Estados Unidos, tiene el tamaño de más de 3.000 bancos pequeños,
y los cuatro principales bancos de Estados Unidos controlan cerca del 60 por
ciento de los depósitos bancarios estadounidenses.
Y sin embargo, caminamos dormidos, casi como zombies, hacia
una sociedad sin dinero en efectivo. En aras de unos pocos avances en
comodidad, estamos dispuestos a otorgarles a nuestros gobiernos y a los más
grandes bancos “demasiado-grandes-para- quebrar”, la posibilidad de tener un
control total sobre cada una de nuestras transacciones diarias. Y mientras que
las monedas virtuales como Bitcoin podrían parecer como un antídoto de este
escenario, ellas son, como nos advierte Shay, también objeto de monitoreo y
pueden ser reguladas de forma que pudieran limitar o incluso terminar con su
utilidad. De hecho, ya se la están quitando del medio.
Parafraseando uno de los dictámenes más cotizados de nuestro
tiempo -por cortesía del gran, Lord Acton- estamos, al parecer,
descendiendo hacia un mundo donde las nuevas tecnologías amenazan con poner el
poder absoluto muy al alcance de un selecto grupo de personas y organizaciones
-personas y organizaciones que han traicionado a través de sus repetidas
acciones, casi todas las nociones posibles de la confianza mutua.
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