La connivencia,
o confabulación,
es el acuerdo entre varios sujetos para cometer un delito o una acción ilícita.
La connivencia es el factor necesario para que exista el mal
en grupo.
Normalmente, ese pacto se hace para perjudicar a otros, es decir, para
causar daño a terceros. Esto se llama colusión.
Con frecuencia, estas organizaciones logran sus fines mediante la violencia
física, psíquica (chantaje, amenazas, presión) o moral (es
decir, manipulando las creencias de las víctimas), mediante la cual obligan a
las personas a decir o hacer algo contra su voluntad. Tenemos aquí la coacción.
A veces, es necesaria la colaboración del poder o la autoridad.
Para ello, está el soborno,
que es la corrupción de alguien con dinero o regalos para conseguir de él una
cosa, generalmente ilegal o inmoral.
Quien se deja corromper, sobre todo si es una autoridad
pública, comete cohecho,
que es el delito que comete el juez o funcionario que dictamina de cierta
manera (favorable a unos intereses particulares) a cambio de sobornos.
El extremo del cohecho, su exasperación, es la prevaricación,
donde una autoridad, juez u otro servidor público dicta una resolución
arbitraria en un asunto administrativo o judicial, a sabiendas de que
dicha resolución es injusta.
El cohecho y la prevaricación son especialmente
onerosos para la sociedad, ya que el mal es cometido
justamente por quien asumimos que es el garante de la justicia y la
equidad. Si la autoridad comete cohecho o prevaricación, se
aleja la solución de los conflictos por medio de los cauces normales,
civilizados ¿En quién confiar entonces?
Solemos llamar mafias a las organizaciones que emplean los
métodos anteriores, y otros ilícitos, para el logro de sus objetivos y además
no deja participar a otros en una actividad.
Las mafias no aceptan competencia, ni quieren luz sobre sus actividades. Si no eres de la mafia que controla
una actividad, las cosas te salen mal.No seamos ingenuos. No confiemos todo a la buena voluntad de la gente.Especialmente no debemos confiar todo a la buena voluntad de la gente
con poder. Los sistemas y las instituciones se deben diseñar pensando en el
mal uso que se va a hacer de ellos. Añadamos controles, límites (físicos y temporales) y
contrapoderes. Y rendición de cuentas.
Lord Acton lo resumió perfectamente en una frase (el "dictum"de Acton): "El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe
absolutamente."
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