El ministro de Exteriores saudí, príncipe Saúd al Faisal, afirmó el martes que su país estaba listo para negociar con su vecino iraní con el fin de mejorar las relaciones entre Riad y Teherán. Faisal se expresó así en el Primer Foro sobre Economía y Cooperación de los Países Árabes y Asia Central.
“Irán es un vecino con el que tenemos relaciones y con el que vamos a negociar”, dijo a la prensa Faisal precisando que una invitación había sido enviada a su homólogo iraní, Mohammad Yavad Zarif, para que visite Riad.
El príncipe Saúd, cuyo país ha sido muy crítico contra Irán por su apoyo a la resistencia, y concretamente a Siria, cambió el tono de su discurso. “Vamos a hablar con ellos (los iraníes) y esperamos que si las divergencias existen, éstas sean resueltas de una forma satisfactoria para ambos países de modo que la región se convierta en segura y próspera”, afirmó.
El presidente iraní, Hassan Rohani, ha multiplicado, por su parte, los mensajes conciliadores hacia los países árabes del Golfo Pérsico desde su investidura el pasado mes de agosto. Él repitió este mensaje durante una visita en marzo a Omán, un país árabe que ha mantenido tradicionalmente buenas relaciones con Teherán.
En diciembre, Zarif puso en marcha una iniciativa diplomática dirigida a los vecinos árabes de Irán y visitó cuatro países de la región. Él no viajó, sin embargo, a Arabia Saudí al no disponer de una invitación.
Durante un tiempo Omán sirvió de mediador en las relaciones entre ambos países. Más tarde, ese papel fue asumido por Kuwait. Algunas fuentes señalan que los saudíes han propuesto un mecanismo de contactos con Irán que comenzaría con reuniones de los representantes de los ministerios de Exteriores de ambos países, luego de los dos ministros de Exteriores y, en último lugar, con la visita de Rohani a Arabia Saudí para reunirse con el rey Abdulá.
En realidad, las declaraciones del Faisal, cuya destitución estaba prevista para dentro de pocas fechas por su condición de “halcón” de la política exterior saudí, lo que incluye el ser el enemigo número uno de Irán en el reino, ha supuesto un giro, de momento verbal, de la política saudí. Este cambio de Faisal se produce pocas fechas después de la destitución de Bandar bin Sultan, jefe del servicio de inteligencia saudí, por su gestión de los dossiers sirio e iraní.
Nada sugiere que Irán haya realizado cambios en su postura en relación a los principales temas de la región por lo que cabe preguntarse cuáles son las razones que explican el cambio, bastante radical, en las posiciones saudíes.
La respuesta es bastante obvia. La razón de dicho giro son los graves y continuos fracasos del reino en todos los temas de política exterior, especialmente en la región, que han llevado a Arabia Saudí a una postura de creciente aislamiento en el contexto regional e internacional.
En el tema de Siria, el gobierno de Bashar al Assad continúa acumulando éxitos políticos y militares en su lucha contra los grupos terroristas apoyados por los saudíes. Las elecciones presidenciales sirias llevarán, con toda probabilidad, a la victoria de Assad y a que el tema de su papel en el futuro del país quede fuera de toda discusión. A esto hay que añadir la reciente derrota de los militantes en Homs y Qalamún.
Por otro lado, el Frente Islámico, una creación de Bandar, no ha logrado conseguir ninguna victoria sobre el terreno y su actuación en los frentes y Qalamún ha sido decepcionante. Tampoco ha servido para lograr una unión de los militantes más allá de un reducido número de grupos wahabíes.
En Siria además, Riad asiste con preocupación al crecimiento de grupos terroristas que están fuera de su control y amenazan ahora a varios regímenes de la región, incluyendo el saudí.
En Iraq la campaña terrorista dirigida a derrocar al primer ministro Nuri al Maliki ha sufrido un notable revés y este último dispondrá de un bloque parlamentario mayor tras las elecciones del 30 de abril, mientras que los grupos terroristas apoyados por Arabia Saudí han sufrido duros golpes a manos de las fuerzas de seguridad iraquíes.
En el Líbano no se va a producir la elección de un nuevo presidente sin la aprobación de Hezbolá y sus aliados y los intentos saudíes por aislar a la resistencia libanesa no han dado tampoco frutos.
En la región del Golfo, Arabia Saudí ha visto limitada su influencia por la abierta negativa de Qatar a someterse a sus dictados. En este sentido, Riad busca ahora bloquear los intentos de Qatar de crear una alianza con Irán. El ministro de Exteriores qatarí, Jalid al Attiyah, ha visitado Teherán y ha intensificado sus contactos con los iraníes con el fin de desarrollar las relaciones bilaterales, lo cual causa una profunda aprensión en Arabia Saudí. Kuwait está también presionando a los saudíes para que efectúen una aproximación hacia Irán que permita una mejora de relaciones entre el Consejo de Cooperación del Golfo y su vecino del norte.
Por otro lado, Turquía mantiene ahora también un pulso con Arabia Saudí. Erdogan ha puesto en marcha una estrategia política y mediática para castigar a los saudíes por sus posturas hostiles hacia los Hermanos Musulmanes en Egipto y otros países.
Durante la visita del presidente estadounidense, Barack Obama, en marzo y la más reciente del secretario de Defensa de EEUU, Chuck Hagel, a Riad, ambos dirigentes intentaron tranquilizar a los saudíes en relación a las negociaciones sobre el tema nuclear con Irán, pero dejaron claro que EEUU busca un acuerdo en este terreno, lo cual deja a Arabia Saudí aislada, junto con Israel, en su rechazo a un acuerdo nuclear entre Irán y los países occidentales.
Por todo ello, Arabia Saudí, rodeada de países hostiles o recelosos hacia sus políticas y enfrentada al crecimiento de la oposición, tanto pacífica como violenta, en su propio suelo, tiene pocas opciones. Una de ellas, y la más beneficiosa para el país, es la de mejorar sus vínculos con Irán, cuya influencia en la región y el mundo no deja de crecer, especialmente tras la firma del acuerdo nuclear interino del pasado mes de noviembre.
Un acercamiento entre Irán y Arabia Saudí causaría, sin duda, un terremoto diplomático y cambiaría las ecuaciones políticas en Oriente Medio. Podría facilitar un acuerdo político en Siria y la elección de un nuevo presidente en el Líbano así como dotar de estabilidad a Yemen e Iraq. También pondría fin a las ilusiones de Israel de dividir al mundo musulmán en dos bloques antagónicos con el fin de consolidar su hegemonía en la región.