La era en que el dólar americano era la divisa universal
para la realización de cualquier tipo de transacción ha llegado a su fin, si
bien el periodo de transición en que pierda su liderazgo demorará un tiempo
más. Las economías del orbe llevan un par de años sustituyendo las reservas que
tenían en dicho papel moneda y aunque sea un tema que se maneja con precaución,
dadas las desastrosas consecuencias que podría generar la aceptación de este
hecho, es una verdad innegable.
La manera en que los EEUU imprimen papel para cubrir sus
obligaciones inmediatas aun cuando su economía se encuentra estancada es un
acto desesperado que no sólo provoca inflación fiduciaria sino que la pérdida
de confianza provocada en los bancos centrales ha reducido la participación del
dólar en sus reservas en no menos de 10 puntos porcentuales durante la última
década. El terreno ganado por el euro y la misma revalorización del oro son
factor, pero también consecuencia de la debilidad de la divisa americana.
Porque existen mil argumentos técnicos para defender al
dólar, pero aún siendo ciertos, ni todos ellos juntos son suficientes para
contrarrestar los dos más grandes que se tienen en su contra: que está
respaldada en una economía endeudada y que sus reservas en metal son ficticias.
Producción y deuda
Si bien es cierto que EEUU es la mayor economía del mundo -pronto este lugar lo ocupará China- medido a través de su PIB nominal, gran parte de su desarrollo se debe al
endeudamiento, por lo que su riqueza está comprometida. La unión americana es
la nación con mayor deuda externa del orbe y ella rebasa la totalidad de los
valores agregados generados en un año. Debido a la alta carga que representa su
deuda, cada vez le es más complicado conseguir financiamiento para solventar
sus finanzas en el sector público y ello explica en parte la simulación entre
partidos para no aprobar su presupuesto y llevar sus instituciones a paro.
Bajo esas mismas condiciones y si se tratase de un ciudadano
americano en su misma nación, seguramente la preocupación de embargo y desalojo
ocuparían su mente las veinticuatro horas. Porque el primer cese de pagos en la
historia estadounidense está a la vuelta de la esquina y a medida que pasa el
tiempo las dudas incrementan, algo que es mortal en un mundo regido por la especulación.
Reservas ficticias en oro
El oro es el instrumento de reserva por excelencia. Las
operaciones estabilizadoras de política monetaria suelen ocupar los dólares
para proteger sus intereses debido a la facilidad de comercialización que
brinda el papel-moneda y así poder influir en el mercado. Pero lo anterior se
hace bajo el supuesto de que el dólar cuenta también con un respaldo en metal
precioso y no simplemente a la especulación sobre la economía estadounidense.
Tras el escándalo del año pasado protagonizado por Goldman
Sachs al vender certificados íntegros de oro cuyo aval físico en bóvedas
resultó ser ficticio, el gobierno alemán –que además es sostén y pilar del
euro- comenzó las presiones hacia la banca central estadounidense para
repatriar la mitad de sus reservas en oro que se encuentran almacenadas en
territorio americano.
Pero resultó un fiasco. Tras diversas gestiones alemanas,
las inspecciones permitidas fueron mínimas y se generó un alto grado de
desconfianza hacia la Reserva Federal de EEUU, concluyendo diversos especialistas
que como en Goldman Sachs, el respaldo era fraccionario o inexistente. Por ello
el argumento de hacer la devolución hasta el año 2020 a no ser que con canales
diplomáticos logren extender dicha fecha de entrega también.
La debilidad del dólar y la complicidad de las demás
naciones
El dólar sigue siendo un valor de cambio exclusivo en el
sector energético, principalmente del petróleo, así como la divisa ideal para las
grandes empresas, aunque precisamente los escenarios actuales exigen mayores
alternativas. Porque lo que es su principal fortaleza también es su mayor
desventaja: al tener presencia en todas las monedas del mundo y por tanto, la
capacidad de devaluarlas todas, de darse una erradicación del dólar de forma
simultánea alrededor del orbe, la desvalorización de las divisas sería
proporcional a su respaldo en dólares, estos es, que en términos mundiales se
perdería un valor nominal, no real –cosa que se daría al revés con cualquier
otra moneda-.
Entonces el paradigma
cambia: es la moneda –y la economía- de EEUU la que se sostiene y opera gracias
a las monedas -y economías - del mundo, y no viceversa, como ellos suponen.
Las naciones del mundo tienen
conocimiento de la fragilidad del dólar pero con la finalidad de no acelerar
procesos, guardan silencio y actúan con cautela, pues toda la economía se
encontraría al borde del colapso. Los países saben que sus reservas en dólares
valen mucho menos de lo que se especula pero nadie quiere –o puede- reventar la
burbuja que encadene una serie de eventos fatídicos.
Y es que la forma en que la economía de mercado asigna un
valor, es verdaderamente sencilla y hasta irrisoria: basta que un par de
personas, o en este caso naciones, crean –o digan- que una mercancía cuenta con
valor, para que de inmediato le sea asignado un precio y pueda ser
comercializable. Con las monedas sucede de manera parecida, dado que bastan dos
naciones que crean que una divisa vale y está respaldada, para que sea ocupada
como unidad de cambio. La especulación
es la madre de la economía actual y aunque en apariencia el mercado de
divisas sea el mayor informado, la verdad es que se cimienta en la mentira
compartida: “acepto que su moneda tiene un valor siempre que ustedes acepten
que la mía cuenta con una proporción de dicho valor”.
Por eso los vaivenes del mercado de valores y sobre todo del mercado de dinero son tan impredecibles: se basan en pronósticos, nunca en realidades. A lo más, su especulación obedece a la posibilidad de que un escenario se presente dado un fenómeno real, nunca a la consecuencia en sí.
Por eso los vaivenes del mercado de valores y sobre todo del mercado de dinero son tan impredecibles: se basan en pronósticos, nunca en realidades. A lo más, su especulación obedece a la posibilidad de que un escenario se presente dado un fenómeno real, nunca a la consecuencia en sí.
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