«El engaño siempre ha sido un
arte. Desde hace algún tiempo se ha convertido también en una ciencia.(...). Se
trata de una disciplina de vanguardia que no constituye una materia de
enseñanza pero que ya forma parte de la cultura de los científicos profesionales
(...)
La engañología es
la ciencia que enseña a los científicos cómo engañar a otros científicos.
Estos, a su vez, convencen a los periodistas, quienes finalmente se encargan de
seducir a las masas. (...). El objetivo real lo constituyen los científicos que
forman parte de los organismos estatales que financian la investigación y que
son los que tienen el poder de decidir qué estudios y qué investigadores deben
obtener la ayuda económica y a cuánto debe ascender.
La engañología, pues, enseña a
quien no lo es a disfrazarse de científico exitoso y señala el camino que le
permitirá surgir de entre la masa de más de tres millones de investigadores que
hoy colman los laboratorios. Esta ciencia incluye dos secciones: una
burocrática y otra más técnica. La burocrática es la parte más fácil, aunque no
por ello menos importante (...). Incluye una sección que explica a los
falsificadores más ambiciosos de qué manera pueden implicar a los organismos
administrativos y políticos hasta lograr transformar en asuntos de Estado las
disputas entre científicos.
Sin embargo, el verdadero núcleo
de la engañología es la parte técnica (...). En la base de una sólida aunque
falsa reputación científica se encuentran siempre y ante todo los trucos
bibliográficos, que van desde la publicación del mismo artículo (si bien con
otro título) en la mayor cantidad posible de revistas, pasando por la
divulgación de datos inventados (técnica que permite publicar muchísimo en poco
tiempo y con poco esfuerzo), hasta el plagio descarado; existen también el robo
de ideas, de material de experimentación, de los apuntes de colegas, y la
sustracción de tablas, cuadros y fotografías. Es esencial la violación de los
protocolos de laboratorios y de los registros, que no son de gran ayuda si no
están acompañados por ese toque de prestidigitador que permite orientar el
experimento hacia donde se desea, o de la posibilidad de recurrir, e caso de
necesidad, al fraude en sí mismo como el falseamiento de una prueba, o la
manipulación (mejor por la noche) de animales y material de experimentación.
Existe también una técnica para descubrir cosas y efectos que no existen y otra
que enseña la forma de reivindicar la primacía de un descubrimiento que otros
llevaron a cabo. Finalmente, es fundamental el conocimiento profundo de los
trucos estadísticos, que otorgan la posibilidad de hacer que los cálculos
siempre se correspondan, y de sostener con rigor matemático toda idea surgida
de la fantasía que el falsificador debe poseer como requisito esencial.
La difusión de estas
«capacidades» es lo que produjo el increíble aumento que se dio recientemente
de las teorías y descubrimientos científicos falsos, y que convirtió en un
hecho dramático para la ciencia la distinción entre lo verdadero y lo falso
(...).
(...) las estafas actuales
constituyen un fenómeno reciente, asociado al sistema de financiación de la
investigación adoptado en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra
Mundial y que luego se difundió en todos los países occidentales. Le
engañología nace virtualmente cuando la ciencia de vocación se transforma en
profesión y, concretamente, con la Big Science, la ciencia de los grandes
proyectos, que nació amparada por el dinero después de 1945. En esa época de
ideó el sistema de financiación de la investigación científica que ha creado el
clima de competitividad responsable no sólo de las falsificaciones sino también
de la amplia red de complicidades entre los científicos, universidades y
organismo de financiación que se esconde detrás de todo fraude (...). Hoy en
día, cuando la población científica ha aumentado, las financiaciones han
disminuido y la creatividad media del científico ha decaído, el mismo sistema
empuja al investigador a delinquir simplemente para sobrevivir. Hoy, a fin de
cuentas, se engaña por dinero; antes se hacía por una idea (...)».
(extraído del prólogo del libro LAS MENTIRAS DE
LA CIENCIA. ¿Por qué y cómo engañan los científicos?, de Federico
di Trocchio, 469 páginas, Alianza Editorial, Madrid, 1995)
Los católicos quemaron a Giordano
Bruno. Los protestantes hicieron lo propio con Miguel Servet.
Eran los últimos coletazos de poder de un aparato represivo en decadencia.
Otra fuente de verdades y certezas comenzaba a tomar el relevo. Y el profeta
del positivismo, Agust Comte, reclamaba el método científico como
la única fuente de dogmas para esa nueva "religión científica de la
humanidad" que rescataría a Occidente del "caos y la anarquía".
Ciento cincuenta años después, la
Ciencia se ha investido de los mismos poderes que acabaron con Bruno y Servet.
Tal y como quiso Comte, es la única fuente de dogmas indiscutidos. Y el
mecanismo fundamental por el que se da a conocer la palabra revelada de la
nueva religión son las publicaciones científicas.
Estudios publicados por las
propias revistas científicas, declaraciones de sus editores y un análisis de
sus relaciones con la Industria Farmacéutica permiten concluir que la
manipulación y falsificación de datos, la censura a través del peer review y
las perversiones metodológicas y morales, no son hechos puntuales
protagonizados por tal o cual persona deshonesta, sino un problema estructural
derivado de la función de la Ciencia como sostenedora del Poder.
La evidencia es aplastante:
- Estudio publicado en el Journal of the
American Medical Association (JAMA) por el Dr. Jim Nuovo:
revisados 359 estudios sobre nuevos medicamentos publicados entre 1989 y
1998 en revistas consideradas como prestigiosas - la misma JAMA,
The New England Journal of Medicine, The Lancet, The British Medical
Journal and Annals of Internal Medicine - tan sólo 26 de ellos
habían publicado estadísticas que realmente recogieran los efectos de los
tratamientos en los pacientes. Es decir, 333 estudios mentían o falseaban
datos.
- Estudio publicado en JAMA por Lisa
M. Schwartz y Steven Woloshin: analizados los
comunicados de prensa de seis números consecutivos de las revistas The
Lancet, British Medical Journal y JAMA -
en total 127 comunicados - los autores concluyen que las revistas escriben
"frecuentemente" exageraciones y ocultan datos.
Significativamente, sólo un 22% menciona la financiación por parte de la
industria farmacéutica.
- Estudio de Wolins (ver Creation
Research Society Quarterly, Vol. 21(2) 89-91. septiembre de 1984): se
pidieron a 37 autores de artículos de psicología los datos que habían
utilizado como base de sus estudios. De los 32 que contestaron, 21 lo
hicieron para informar que "desafortunadamente sus datos habían
quedado traspapelados, se habían perdido o habían sido involuntariamente
destruidos". De los 9 conjuntos de datos que fueron enviados, 3
contenían graves errores en sus estadísticas.
- Broad y Wade (en
"Betrayers of the Truth". New York, NY: Simon and
Schuster, 1982) analizan varios estudios que demuestran la falta absoluta
de criterio a la hora de recomendar artículos para su publicación. En uno
de ellos se utilizaron artículos "de alta calidad" ya
publicados, y se volvieron a enviar a las revistas que los habían
publicado cambiando los nombres de los autores: sólo dos de ellos fueron
aceptados; el resto fueron rechazados por los mismos editores que los
habían publicado tres años antes.
- Declaraciones del editor de una de las más
importantes revistas científicas del mundo:
El editor de The British
Medical Journal (BMJ), acaba de realizar una de las declaraciones más
duras que puede recibir la comunidad científica: «El fraude de las
investigaciones clínicas es como el abuso infantil. Una vez que se reconoce que
existe se empieza a observar lo frecuente que es». Richard Smithpronunciaba
estas palabras durante la celebración reciente del Primer Congreso
Internacional de Medicina de Hong Kong. El editor del BMJ insistió en
que tanto los métodos de detección, de investigación, como las conclusiones de
los ensayos clínicos, son deshonestos y «absolutamente inadecuados»,
declaró Richard Smith. Los casos de fraude incluyen la fabricación de datos o
la invención completa de los mismos. Este experto insistió en la necesidad de
que las instituciones creen mecanismos para evitar esta conducta poco ética. (El
Fraude de los estudios científicos. Mundo, 13-12-98. Patricia Matey).
"Muchos ensayos son
demasiado cortos para ser relevantes, y muchos estudios publicados recogen los
resultados positivos - hay una gran cantidad de evidencia negativa que nunca ve
la luz del día". Hablando en la conferencia anual del Real Colegio de
Psiquiatras, el profesor [Richard Smith] dijo que muchos artículos
científicos se contradicen entre sí y es casi imposible averiguar cuáles son
los correctos. Muy pocos doctores visitan bibliotecas médicas, añadió, y los
libros y revistas médicos son "herramientas de información muy
primitivas" y de uso reducido durante las consultas. Fue también muy
crítico con el sistema de "peer review" el cual es utilizado
para vetar. (Medical Studies mostly rubbish. Medical Observer
24/7/98. Andy Whyman).
Así es como funcionan las
"prestigiosas" revistas científicas.
Teniendo en cuenta que la
Industria Farmacéutica controla la inmensa mayoría de publicaciones
especializadas y revistas de divulgación científica, financia proyectos de
investigación, concede becas, subvenciones y empleos... y finalmente influye
poderosamente en los medios de masas, ¿qué otra cosa se podía esperar?
La recomendación de Einstein
-"lo importante es no dejar nunca de cuestionar"- o las
lecciones de rigor y honestidad de Niels Bohr o Erwin
Schrödinger parecen enterradas definitivamente por una ciencia cuyo
motor fundamental no es, como escribe Galimberti, "la
voluntad de saber, sino la voluntad de dominar", y ello mediante procedimientos
refinados de censura de los cuales es especialmente significativo el sistema de
revisión por pares o peer reviw que garantiza desde el anonimato la
perpetuación de una élite al servicio del poder, el control del reparto de
fondos y la administración de credibilidad ante una cada vez más indefensa
sociedad.
De hecho, las publicaciones
científicas no son más que un caso particular de "Medios de Comunicación
de Masas" con sus mismos mecanismos y objetivos:
El ciudadano medio cree que lo
que lee en los periódicos, oye en la radio y ve en la televisión es algo real; que
realmente provocar una matanza en Iraq es legitimo y se hace para proteger la
democracia, la libertad y la paz; que realmente en Palestina existen soldados
luchando contra terroristas; que realmente se prohíben partidos políticos para
defender la democracia, y así sucesivamente.
De la misma forma y por los
mismos motivos, el lector medio de las publicaciones científicas cree que lo
que publican es real, que el desciframiento del genoma humano permitirá
erradicar las enfermedades y fabricar seres a la carta; que las vacunas han
servido para acabar con las enfermedades contagiosas o que hay un
"VIH" que se dedica a matar las defensas de millones de personas
(aunque no se sepa cómo), y que la única solución es atiborrarlas de productos
químicos cada vez más agresivos, que son proporcionados por las benefactoras de
la humanidad - las multinacionales farmacéuticas - que pagan a quiénes los
desarrollan, fabrican, recetan y publicitan.
Pero tranquilos. De momento no
hay peligro. La capacidad de poner en duda es inversamente proporcional a la
complejidad de la cosa. No se trata de un problema de conocimiento, sino de
confianza en el especialista - ese ser que cada vez sabe más de menos, y que
por pura lógica terminará sabiéndolo todo de nada.
Las publicaciones científicas
cumplen regularmente su misión de adoctrinamiento de la misma forma
que los medios de masas, sólo que en un nivel superior de complejidad y por
ello mismo, con un nivel superior de impunidad. Y los médicos de a pie (y el
resto de los profesionales de a pie, cuyo trabajo esté ligado de una u otra
forma a los saberes científicos), se aferran a su fe - a esas "ficciones
necesarias" de las que hablaba Nietzsche - con las
mismas patéticas fuerzas que lo hace el ciudadano de a pie a las encíclicas
televisivas.
Sobre este tema había publicado el Prof Eguiazu en su trabajo "Tecnogenología" en 1991 cuando establecía las faltas éticas en el mundo científico, las que llevaban según su teoría al fenómeno de la tecnogenia o tecnopatogenia. El Prof Eguiazu había sido el fundador de la technopathogenology
ResponderEliminarTe faltó agregar que el Prof Eguiazu informó al CONICET de este trabajo en su informe bianaual obligatorio y que automáticamente le dieron sus informes científicos como "no aceptables". Creo que el mundo científico es implacable con los que cuestionan sus propios métodos o principios éticos. El prof Eguiazu había sido el primer Dr en Ciencias Agrarias en el CONICET y en la Universidad en Argentina. había obtenido su doctorado en la Universidad de Stuttgart con una tesis sobre la profilaxis de carcinógenos en granos almacenados. Sus m+eritos científicos no fueron suficientes para evtar que s elo sometiera a una persecusión violenta con los metódos más bajos que el mundo cienmtífico puede imaginarse. Fue el fundador de una ciencia específica la technopathogenology
ResponderEliminarOye anónimo. Lo que dices no te lo creo ya que es imposible que en instituciones científicas como el CONIC ET se persiga a alguien por sus ideas críticas. El CONICET está formado por personas d ela mayor idoneidad y calidad moral. Tal vez hayan sido otras las causas pero de ninguna manera una persecusión por sus ideas. La Ciencia es tan clara y ética que no hay lugar para bajezas de esa calaña. Debes retractarte
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