El viejo dicho de "el que tuvo y retuvo guardó para la
vejez" también resulta válido para la felicidad. Las personas mayores más
felices son aquellas que han sabido disfrutar de la vida, las que a lo largo de
su existencia se han permitido hallar su bienestar personal en las cosas
grandes y pequeñas de cada día.
Así lo cree una investigación dela Universidad de Granada, que concluyó que la felicidad de
los ancianos depende en buena medida de la alegría con que hayan sabido capear
las adversidades de la vida. Su dicha, según se desprende del trabajo, es como
una especie de reserva, un almacén que será de mayor o menor tamaño en función
de los buenos momentos que se haya sabido vivir.
El trabajo aunque pueda parecer liviano no lo es, sino todo
lo contrario; porque la depresión, que es la forma más cruel de la tristeza,
afecta en distintos grados a entre un 5 % y un 10 % de las personas mayores de
sesenta y cinco años. Los especialistas, además, llevan advirtiendo desde hace
tiempo de que más de la mitad de la población de esa edad presenta síntomas de
la enfermedad, que para el año 2020 será la segunda causa de discapacidad en el
mundo. La previsión pertenece a la Organización Mundial de la Salud.
El estudio, fue
elaborado por investigadores de la Universidad de Granada y publicado por la
revista Journal of Happiness Studies. Los científicos exploraron las fuentes de
la felicidad a través de la experiencia vivida por un grupo de personas con
edades comprendidas entre los sesenta y cinco y noventa y seis años, de muy
distintas condiciones personales y sociodemográficas, que vivían unos en
residencias de mayores, otros en sus domicilios particulares, otros en centros
de atención; y también unos más dependientes que otros.
Los investigadores analizaron diferentes cuestiones
relacionadas con la felicidad, pero quizás los datos más llamativos sean los
referentes a que la satisfacción personal no depende del hecho de que se viva
en una residencia o en el hogar propio; y la importancia de una vida plena para
una vejez feliz. El paso del tiempo contribuye a una mayor pérdida –la
califican de "significativa"– de felicidad. Los mayores se ven cada
vez menos capacitados y más solos ante la desaparición en cadena de familiares
y amigos. Pero aun así, los últimos golpes de la vida resultan más llevaderos
si se ha sabido vivir con optimismo.
La felicidad del anciano no depende, en definitiva, tanto de
las adversidades vividas, sino de la actitud con que uno las haya sabido
enfrentar. La "reserva" individual de ilusión resulta proporcional a
la buena cara puesta al mal tiempo y de lo que uno se haya sabido reír de sí
mismo. De ahí que los profesionales de la Universidad de Granada apuesten por
invertir en el "bienestar subjetivo" de las personas, con el fin de
que las mochilas de nuestra vida estén cargadas de muchas dosis de buen estado
de ánimo.
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