Según wikipedia, El Fondo Monetario Internacional o FMI (en inglés: International Monetary Fund) fue, como idea, planteado el 22 de julio de 1944 en los acuerdos de Bretton Woods, una reunión de 730 delegados de 44 países aliados de la Segunda Guerra Mundial, conflicto todavía en curso en aquel momento. Los acuerdos fueron firmados en Bretton Woods (Nuevo Hampshire, Estados Unidos) el 22 de julio de 1944 pero el FMI no entró en vigor oficialmente hasta el 27 de diciembre de 1945. El Banco Mundial, en cambio, cuya creación también resultó de los acuerdos de 1944, entró en funciones inmediatamente tras la firma de los acuerdos.
El FMI es una institución internacional que en la actualidad reúne a 188 países, y cuyo papel es: fomentar la cooperación monetaria internacional; facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado del comercio internacional; fomentar la estabilidad cambiaria; contribuir a establecer un sistema multilateral de pagos para las transacciones corrientes entre los países miembros y eliminar las restricciones cambiarias que dificulten la expansión del comercio mundial; infundir confianza a los países miembros poniendo a su disposición temporalmente y con las garantías adecuadas los recursos del Fondo, dándoles así oportunidad de que corrijan los desequilibrios de sus balanzas de pagos sin recurrir a medidas perniciosas para la prosperidad nacional o internacional, para acortar la duración y aminorar el desequilibrio de sus balanzas de pagos.
Pero la verdad es que las grandes potencias aprovecharon la crisis actual para
recolocar al «Fondo Monetario Internacional (FMI), durante años totalmente
deslegitimizado, en el centro de la política económica. De acuerdo con la Unión
Europea, el FMI impone su política de rigor tanto en Europa como en el Sur. Y
por lo tanto, continúa imperturbablemente con la misma política neoliberal que
ejerce desde los años ochenta en los países empobrecidos, con sus «planes de
ajuste estructural», y luego en el Norte bautizados como «planes de rigor
económico» o «medidas de austeridad». En el caso de rechazo o insumisión, como
sucedió en Argentina en 2001, o en Ucrania y Rumania el año pasado, el FMI
aumenta la presión bloqueando sus préstamos, sin importarle las consecuencias
sociales. Sin embargo, los sonoros fracasos de estas políticas fueron
demostrados infinidad de veces: en todos lados se profundiza la desigualdad y
la pobreza aumenta.
Si al analizar el FMI, se considera que su objetivo es servir a los intereses de la comunidad financiera, entonces sus actos tienen sentido, puesto que de otro modo, parecen contradictorios e intelectualmente incoherentes»
Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, en 2001. El malestar en la globalización (2002)
Las grandes potencias controlan al FMI desde su creación
El FMI, así como su institución gemela, el Banco Mundial,
nació en Bretton Woods (Estados Unidos) en julio de 1944. Actualmente, 186
países son miembros de ambas instituciones, cuyas sedes en Washington, a dos
pasos una de otra, quedan muy cerca de la Casa Blanca. Pero la vecindad no es
sólo geográfica, también es ideológica: estos gemelos promueven el famoso consenso deWashington, cuyos diez mandamientos
son prescriptos a los países sobreendeudados mediante los planes de ajuste
estructural, en contrapartida a la concesión de nuevos préstamos. Su
funcionamiento según la regla «1 dólar = 1 voto» permite a los países ricos
controlar estas dos poderosas instituciones, y en especial Estados Unidos, que
dispone de una minoría de bloqueo. Con respecto al FMI, una norma tácita hace
que el puesto de director general, elegido por cinco años, esté reservado a un
europeo, mientras que el de director general adjunto lo sea a un
estadounidense.
1982: Estalla la crisis de la deuda
El 20 de agosto de 1982, México fue el primero de una larga
lista de países empobrecidos que no podían pagar una deuda que se había vuelto
descomunal. El FMI apareció en escena como prestamista de última instancia y,
cual bombero pirómano, repartió sus préstamos, y no fue para salvar a una
población sobreendeudada sino para reembolsar a sus acreedores. Esos préstamos
tienen como condición la aplicación de un programa de ajuste estructural, que
impone tanto medidas estructurales como medidas de choque: privatizaciones
masivas; liberalización de la economía y apertura de los mercados; reducción
drástica de los presupuestos sociales; supresión de las subvenciones a los
productos básicos; desarrollo de monocultivos de exportación en detrimento de
los cultivos para consumo propio; incremento de los tipos de interés para
atraer capitales, etc. Como ya pronosticaba Michel Camdessus, director del FMI
entre 1987 y 2000: “Todas las trabas a la liberalización del comercio serán
suprimidas, dejando a las empresas en libertad de producir y exportar sus
productos como quieran y como decida el mercado.”
Como resultado de este proceso, estos países se endeudan
nuevamente para poder pagar los antiguos préstamos, pero sin embargo esta vez
los intereses son elevados… El mecanismo sutil de un neocolonialismo económico
se instala a largo plazo: el servicio de la deuda enriquece a los acreedores y
las políticas instauradas en los países con acuerdos con el FMI pasan por el
control de Washington. Ya no hay soberanía: las instituciones financieras
internacionales imponen la voluntad de los prestamistas y abren el camino a las
multinacionales, la mayor parte de las cuales tiene su sede en el Norte. Para
demostrar la omnipotencia del FMI, recordemos que el presidente brasileño Lula
tuvo que firmar una carta comprometiéndose a respetar los acuerdos firmados
entre su país y el FMI antes de su llegada al poder en 2002. Su política
económica debió entonces seguir los discutibles preceptos del FMI. La
prosecución de la austeridad presupuestaria había sido decidida en el acuerdo
firmado por su predecesor, el presidente Cardoso, hasta 2005, cualquiera que
fuera el candidato elegido en 2002.
Muchos países empobrecidos que eran autosuficientes en
productos alimentarios a principios de los años ochenta, actualmente deben
importar los alimentos necesarios para su población. La agricultura
subvencionada de los países occidentales ha inundado el Sur, arruinando a
decenas de miles de familias y expulsándolas de sus tierras hacia barriadas de
chabolas. Cómo ejemplos: Senegal tiene que importar todos los ingredientes de
su plato nacional, el pollo Yassa y Haití debe importar de Estados Unidos el
arroz, que antes cultivaba en cantidad suficiente para alimentar a su
población. Cuando los especuladores se abalanzan sobre estos productos en la
Bolsa de Chicago, como ocurrió en 2008, los precios se multiplican en los
mercados locales y decenas de países se ven en dramáticas situaciones de
hambruna.
Las protestas fueron en aumento
Como consecuencia directa del abandono de las subvenciones a
los productos de primera necesidad impuesto por el FMI, los movimientos de
oposición a estos expertos ultraliberales se han multiplicado en el último
cuarto de siglo. Los disturbios contra el FMI estallan a intervalos regulares
en el Sur. Por ejemplo, en Perú, en 1991, cuando el precio del pan se
multiplicó por 12 en una noche, o el del Caracazo (Venezuela), en 1989, tres
días de disturbios que ocasionaron numerosos muertos, tras la aplicación de un
plan de ajuste estructural.
Ante la impopularidad de las condiciones vinculadas a sus
préstamos, varios países (Brasil, Argentina, Uruguay, Indonesia, Filipinas,
Turquía…) reembolsaron anticipadamente su deuda con el FMI a principios del
siglo XXI con el fin de desembarazarse de una tutela muy pesada. El monto de
los créditos concedidos por el FMI cayó en picado y, en la primavera de 2008,
la institución se vio obligada a despedir a 380 de sus 2.634 empleados y a
vender parte de su stock de oro. Por otra parte, la institución se enfrenta a
una grave crisis de legitimidad y los tres últimos directores del FMI han
dimitido antes del final de su mandato.
El FMI y la crisis
Como consecuencia de las negociaciones del G-20 en Londres,
reunido en abril de 2009, el FMI vio cómo se triplicaban sus recursos con el
fin de que pudiera multiplicar sus préstamos en todo el mundo. Pero sus
condiciones continúan siendo severas: reducción o congelación de los salarios
del empleo público, reducción de las pensiones de jubilación, privatización de
las empresas públicas, etc. El FMI ha abierto líneas de crédito con una decena
de países de Europa del Este en menos de un año. Si Letonia quiere seguir
recibiendo financiación del FMI y de la UE, debe tomar la decisión de reducir
en un 20 % los salarios de los funcionarios y un 10 % las pensiones de
jubilación. Estas políticas suscitan reacciones en la población, que se echa a
la calle: huelgas generales como las que se suceden en Grecia, manifestaciones
de profesores en Letonia, de funcionarios en Rumania, o el rechazo por
referéndum del 90 % de la población islandesa a pagar una deuda que consideran
ilegal…
John Lipsky, el que fuera número dos del FMI y ex alto cargo
del banco JP Morgan, previno a los países desarrollados de que deben preparar a
la opinión pública para próximas medidas de austeridad, tales como la
disminución de los subsidios por enfermedad y de la jubilación. Los pueblos
deben oponerse de inmediato y con tenacidad a las exigencias del FMI y de los
gobiernos del Norte al servicio de los mercados financieros, en caso contrario,
se producirán grandes regresiones sociales. Y es urgente impedirlo.
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