La siguiente es una columna escrita por el periodista
magister en historia económica, Robert Hunziker, publicada en el sitio de
análisis político británico UKProgressive. La traducción es de BioBioChile.
El mundo desarrollado parece estar locamente enamorado del
“milagro chileno”, tal como expresara Milton Friedman unos años atrás. Sus
logros están expuestos en todas partes, incluyendo el apoyo del Banco Mundial
por tener la “economía de ingresos más altos”. Además el país tiene el bono
soberano más fuerte de Sudamérica. Sí, Chile es todo un modelo ejemplar de
neoliberalismo.
Para quienes no estén familiarizados, el neoliberalismo es
la doctrina del economista Milton Friedman de que el mejor gobierno es el más
reducido. Después de todo, la gente puede cuidar de sí misma y se gana mucho
más dinero cuando se tiene la posibilidad de tomar decisiones en un mercado
libre de regulaciones. La fórmula operativa es: entre menos gobierno exista,
más dinero recaerá en el sector privado. Como tal, Chile representa el epítome
del neoliberalismo, y nos muestra la probable dirección que tomará Estados
Unidos.
El “milagro chileno” es absolutamente cierto si ya eres
rico.
Sin embargo una vez que se baja la cortina, las
complejidades de Chile desafían las fanfarrias triunfales de esta diosa
neoliberal del capitalismo.
Chile tiene una “economía de plantaciones“, similar en
muchos aspectos a la economía de plantaciones que tuvo el sur de los Estados
Unidos durante el siglo XIX. Durante su cénit, habían 4 a 5 millones de
esclavos que eran propiedad del 3.8% de los ciudadanos. Los propietarios de los
esclavos los compraban, les daban un techo y los alimentaban.
Hoy en Chile el término “esclavo” se cambió por el término
“trabajador”, donde en vez de darles alojamiento y alimentación -como hacían
los propietarios de esclavos del siglo XIX- se les entrega un estipendio de 300
mil pesos mensuales para que se lo provean ellos mismos. De paso, los
propietarios se evitan el estigma de la esclavitud.
Se estima que la
mitad de los chilenos recibe menos de 300 mil pesos al mes, lo que crea un
mercado de esclavos incluso más grande que el de Estados Unidos en 1850.
La riqueza en Chile está tan concentrada en favor de unos
pocos que se asemeja a la torre inclinada de Pisa, presta a caer en cualquier
momento. Los conglomerados y/o las familias extremadamente ricas lo controlan
todo, desde las farmacias hasta los hoteles, pasando por los derechos de pesca,
las tiendas de retail, las mineras y los supermercados. Es un estado-nación de
concentración de la propiedad. El país es como una fotografía de la dirección
hacia donde va Estados Unidos, como estado netamente corporativo. Después de
todo la clase media ya está bajo ataque.
La brutal realidad
del milagro chileno
De acuerdo a la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), “Chile es el país de la OCDE con la mayor brecha
entre ricos y pobres”, así como el 4º país más pobre de sus 34 miembros.
“La inequidad en
Chile es una de las más altas del mundo (su coeficiente Gini es
de 52.1) y los aspectos de bienestar que no deberían estar ligados al ingreso,
como la salud y la educación, también están inclinadas en favor de los ricos”,
señala Tamar Manuelyan Atinc en “¿Puede la reforma educacional resolver la
desigualdad y frustración de la clase media? El experimento chileno”, publicado
en mayo de 2014.
La administración de Pinochet (1973-90) puso los cimientos
para el trabajo esclavo al adoptar el neoliberalismo de Milton Friedman.
Pinochet abolió los sindicatos. El primer curso de acción de los “Chicago Boys”
tras Allende, el derrocado presidente que resultó muerto (supuestamente se
suicidó en el palacio presidencial), fue hundir la economía manipulando las
herramientas financieras, facilitando el reducir los derechos de los
trabajadores. Los trabajadores siempre son más vulnerables durante las
recesiones.
De acuerdo a Bárbara Figueroa, presidenta de la Central
Unitaria de Trabajadores (CUT), los trabajadores han esperado por más de 30
años por reformas laborales que compensen las realizadas por la dictadura de
derecha del general Augusto Pinochet, quien implementó reformas neoliberales
que diezmaron las regulaciones y derechos de los trabajadores.
En tanto Gonzalo Durán, economista e investigador en la
Fundación Sol, una ONG que se centra en problemas laborales, asegura que “90%
de los chilenos gana menos de 650.000 pesos al mes. Es decir, 9 de cada 10
trabajadores en Chile ganan menos que el salario mínimo promedio de los países
desarrollados”.
Sí, 9 de cada 10
trabajadores -a quienes también podríamos denominar esclavos- ganan menos que
el salario mínimo promedio de los países desarrollados. Esto deja a sólo 1 de
cada 10 trabajadores fuera del riesgo de pisar una cáscara de plátano y caer en
el pozo de la pobreza.
Como explica Emmanuelle Barozet, socióloga de la Universidad
de Chile, “el ingreso de la clase media chilena es muy bajo. Esto acarrea como
resultado que la distancia entre las clases más bajas y la clase media sea muy
escasa. Esta precaria situación económica los hace susceptibles al descenso
social debido al desempleo, enfermedad o pobreza en la vejez”.
La clase media está definida como todos aquellos que ganan
más de 300.000 pesos en Chile.
Aun así, todos los indicadores neoliberales en el mundo,
como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI), destacan cuán
rápido ha crecido el producto interno bruto e ingresos per cápita en Chile,
llegando a los 8.5 millones de pesos. Sin embargo al inspeccionar en detalle,
se desprende que si retiramos entre el 1% y 10% más rico, entonces el ingreso
promedio per cápita se reduce a 2.4 millones. Esta cifra coincide con los 230
mil pesos mensuales de salario mínimo.
¡Intenta mantener una familia con 230 mil pesos al mes!
El 21% de los chilenos viven en la pobreza. López, Figueroa
y Gutiérrez analizaron la distribución del ingreso de Chile en 2013 usando los
datos que posee el Servicio de Impuestos Internos. “Existe evidencia de que los
indicadores que miden la inequidad, todos basados en información tributaria,
subestiman la real concentración del ingreso”, destacan.
“El estudio de López, Figueroa y Gutiérrez confirma el
análisis de que la información sobre la distribución del ingreso en Chile está
profundamente afectada por la falta de información sobre los ‘súper ricos’ en
la encuesta Casen. Los autores concluyen que los ingresos del 1% más rico del
país es fuertemente subestimada utilizando la Casen”, señala Sarah Gammage, de
la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dependiente de las Naciones
Unidas.
“La evidencia presentada aquí resalta que la inequidad en el
ingreso se ha disparado en las décadas de 1990 y 2000, con sólo un 22% de los
trabajadores teniendo lo que podría describirse como un trabajo bien
remunerado”.
Sólo 22% de los chilenos tienen un trabajo bien remunerado.
Esto nos deja con un 78% de la población con trabajos mal remunerados, que es
donde la esclavitud comienza y termina. Sí, 78%.
Como resultado, es extraño que Chile esté tan bien
considerado por los organismos mundiales, pero por otro lado, ¿quién está
proveyendo estas cifras? ¿Cuánta fiabilidad tienen los números que se están
entregando al mundo?
Los estudiantes
chilenos: catalizadores del cambio
“40 años después del golpe de Estado encabezado por el
general Augusto Pinochet, Chile sigue siendo una nación herida y dividida,
donde el pasado aún vive en el presente”, afirmaba en 2013 el Centro Pulitzer
para el Reporte de Crisis.
Los estudiantes chilenos han salido a las calles para
protestar en contra de un sistema educacional privatizado que los ha dejado
fuera del mercado educativo. Más aún, sus acciones son síntomas de problemas
mucho más profundos, como la severa inequidad o la falta de oportunidades para
acceder a una mejor condición social, hundidos entre las cuadras y cuadras de
casas para los pobres, en suburbios escondidos de las brillantes calles de
Santiago.
“De acuerdo a la ONG Un Techo para Chile, los campamentos se
localizan en áreas por lo general ocupadas irregularmente, donde la urbanización
es limitada o inexistente. El acceso a servicios básicos como agua potable o
alcantarillado está severamente limitado. El acceso a un sistema de salud y
educación de calidad no está disponible”, enunciaba The Santiago Times en 2009.
Según explica el presidente de la Federación de Estudiantes
de la Pontificia Universidad Católica, Noam Titelman, el combustible que
impulsó el movimiento estudiantil fue la acumulación de “injusticia, inequidad
y desesperanza”.
Cuando una sociedad
le falla a su gente, la desesperanza sale a las calles.
El neoliberalismo es una teoría económica que funciona
extremadamente bien si ya eres rico. Para el resto de la sociedad, el tema aún
está por verse. Sin embargo si Chile es el mejor ejemplo de cómo funciona el
neoliberalismo, los resultados están a la vista. Robert McChesney, editor de
Monthly Review, asegura que el neoliberalismo “es el capitalismo sin guantes”.
Pero incluso más agudo, el autor neoyorkino y crítico social
Fran Lebowitz dijo esto sobre el neoliberalismo: “En la Unión Soviética, el
capitalismo triunfó sobre el comunismo. En Estados Unidos, el capitalismo
triunfó sobre la democracia”.