En 1934 el general retirado del
Cuerpo de Marines Smedley Butler informó al Congreso de los Estados Unidos de
los planes de un grupo de magnates de las finanzas para derribar el gobierno
democrático de aquella nación, dirigido por aquel entonces por Franklin Delano Roosevelt, e imponer un sistema copiado del fascismo italiano con él
mismo como dictador. Butler, que se había retirado del servicio activo en 1931,
se había distinguido posteriormente en la defensa de los derechos de los
veteranos de la Primera Guerra Mundial, entre los que había ganado gran
popularidad. Al parecer este hecho habría sido definitivo para su elección como
futuro jefe de una América fascista, en la cual los veteranos encuadrados en
organizaciones como la Legión Americana marcharían
sobre Washington D. C. igual que los camisas negras habían marchado sobre Roma.
Posteriormente, tanto Butler como
el periodista Paul French, testificaron ante el Comité McCormack-Dickstein,
encargado por el Congreso de investigar la infiltración del fascismo en la
sociedad americana. Butler y French relataron como el primero había sido
contactado por Gerald MacGuire, antiguo dirigente de la Legión Americana de
Connecticut y testaferro de Robert Clark, uno de los banqueros más ricos de
Wall Street. Mac Guire y posteriormente William Doyle, jefe de la Legión
Americana en Massachussets, invocaron la lealtad de Butler hacia los veteranos
para ponerle al frente de unos 500.000 de ellos que debían marchar sobre la capital
del país. La excusa para tal acción debía ser la presunta incapacidad de
Roosevelt debida a la poliomielitis que había sufrido y el objetivo era crear
un nuevo puesto en el gobierno, el “Secretario de Asuntos Generales” que, en
teoría, serviría para aliviar al Presidente de sus penosas obligaciones, pero
en la práctica sería la cabeza de una dictadura dirigida por las grandes
fortunas del país. Sin embargo los conspiradores no contaban con la rígida
moral de cuáquero de Butler ni con su desencanto de la política americana
forjado en años de lucha en repúblicas bananeras al servicio del capitalismo.
El contexto de esta historia son
los años 30, la Gran Depresión y la posterior puesta en marcha del llamado New Deal por
Roosevelt, que le puso en el punto de mira de los titulares de algunas de las
mayores fortunas del país, para los cuales su política era claramente
perjudicial y que identificaban cualquier tipo de intervencionismo estatal con
el comunismo, además de admirar la manera en la que Mussolini en Italia y luego
Hitler en Alemania habían acabado con los movimientos sociales de los trabajadores.
Detrás del intento de golpe de
estado según contó MacGuire a French y Butler se encontraría también Robert
Clark, el antiguo gobernador de Nueva York y codirector de la American Liberty League, una organización financiada por algunas de las mayores
corporaciones norteamericanas como Goodyear, Standard Oil, Colgate, General
Motors, Heinz Foods o la familia Du Pont entre otros y creada para oponerse a
la política de Roosevelt. MacGuire y Doyle relataron también como habían
viajado por Europa para estudiar la organización de los partidos fascistas en
países como Italia o Francia.
Ante la denuncia de Butler, el
Comité McCormack-Dickstein llamó a declarar a McGuire, quien negó las
acusaciones, pero no hizo lo mismo con los otros acusados más importantes, las
cabezas de las citadas corporaciones. Inmediatamente los medios de
comunicación, dirigidos en su mayor parte por esas mismas corporaciones,
ridiculizaron las afirmaciones de Butler y French y al final el Comité del
Congreso echó tierra sobre el asunto, sacando a la luz solo una parte del
informe que se elaboró en el que se habían borrado las partes más importantes
de las declaraciones del condecorado general.
En 1935 otro periodista, John L.
Spivak consiguió las actas completas del Comité McCormack-Dickstein. Pero el
artículo que escribió en la revista izquierdista New Massestitulado Wall
Street’s Fascist Conspiracy acusaba a financieros judíos de estar
conspirando junto a las grandes corporaciones que citaba el comité del Congreso
para imponer el fascismo y no tuvo apenas repercusión.
Finalmente, en 1967 Spivak publicó parte de las actas secretas en las que el Comité McCormack-Dickstein consideraba probada la historia de Butler.
La historia se parece mucho a
otras conspiraciones que se pueden leer en la red. Según la Wikipedia los
historiadores no niegan que en realidad existiera un complot, aunque la mayoría
quiere pensar que el asunto lo montaron MacGuire y Doyle por su cuenta: otra
vez la historia del tirador solitario. Otros incluso lo achacan a una maniobra
del mismo Roosevelt para mantener quietas a las corporaciones mientras promovía
el New Deal o dicen que en realidad Smedley Butler era un pobre paleto que no
entendía los entresijos de la política de altura y comprendió mal lo que le
propusieron. Finalmente, para acabar de redondear la historia, un documental de
la BBCconectaba con el complot a Prescott Bush,
el abuelo del actual Presidente de los Estados Unidos que, por otra parte,
incrementó más tarde su fortuna entre otras cosas mediante negocios con la
Alemania de Hitler cuando estos estaban ya prohibidos en América, por lo que
tampoco sería demasiado extraño que formara parte de la conspiración.
Personalmente, y visto como se ha
desarrollado la historia posteriormente no tengo muchas dudas sobre la
existencia del complot. Me cuadra perfectamente con el actual predominio de las
corporaciones del complejo industrial militar y con la permanencia en el poder
del presidente más nefasto de la historia que ha llevado a su máxima expresión
la política gangsteril de las corporaciones en todo el mundo que ya anticipaba
Smedley Butler en su libro War Is a Racket :
Pasé treinta y tres años y cuatro meses en servicio activo y durante ese periodo ocupé la mayor parte de mi tiempo haciendo de matón de lujo para las grandes empresas, Wall Street y los banqueros. En definitiva fui un maleante, un gangster del capitalismo. Ayudé a hacer México, y especialmente Tampico, un lugar seguro para los intereses de la American Oil en 1914. Ayudé a hacer de Haití y Cuba lugares decentes para que los chicos del National City Bank obtuvieran beneficios en ellos. Ayudé en el expolio de media docena de repúblicas centroamericanas en beneficio de Wall Street. Ayudé a purificar Nicaragua para el International Banking House de los hermanos Brown entre 1902 y 1912. Llevé la luz a la República Dominicana para los intereses azucareros americanos en 1916. Ayudé a hacer Honduras bueno para las compañías frutícolas americanas en 1903. En China en 1927 ayudé a que la Standard Oil hiciera sus negocios sin ser molestada. La verdad es que, reflexionando sobre aquellos años, podría haberle dado algunos consejos a Al Capone. Lo mejor que él consiguió fue hacer sus negocios sucios en un par de distritos, yo los hice en tres continentes.
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