La nueva ola de crisis podría llegar desde el Oriente. En
China se registran los mismos síntomas que se dieron en EEUU y Europa en
vísperas de la crisis financiera de 2008-2009.
Junto con los informes acerca del potencial económico del
gigante asiático, aumentan las publicaciones sobre el agotamiento económico de
China. No en vano, la agencia Fitch destaca que el sistema bancario chino está
fuera de control y bajo presión, ya que los prestatarios tienen dificultades
para refinanciar deudas a corto plazo. Los expertos confirman que Pekín tiene
problemas pero señalan que cuenta con un mayor número de herramientas para
solucionarlos en comparación con los países desarrollados.
Ultimamente China es considerada como una locomotora del
crecimiento económico mundial. Si la economía del gigante asiático colapsa,
será un impulso para una nueva ola de la crisis global. Mientras tanto, no
faltan motivos de preocupación. Recientemente el Banco Central de China provocó
pánico en los mercados de divisas al restringir suministro de liquidez. Esta
decisión disparó la semana pasada los tipos de interés de los préstamos entre
entidades financieras. El experto del Instituto ruso de Desarrollo, Nikita Máslennikov,
comenta:
–El sector financiero de China está atravesando un
momento muy complicado. En las últimas dos semanas se conjeturó una crisis de
liquidez, provocando que el tipo de interés interbancario para préstamos a un
día en China se haya disparado a más del 25 %. Muchos observadores llegaron a
comparar la situación en los sectores bancario y financiero del país con lo que
ocurrió en 2008 en torno al banco estadounidense Lehman Brothers.
El gobierno chino no tardó en tomar medidas para paliar la
situación inyectando liquidez en algunas entidades financieras. Pero los
expertos están convencidos de que este incidente pone de manifiesto problemas
sistémicos.
Ya en 2011 los analistas chinos reconocían que la situación
en el mercado inmobiliario en su país se asemejaba a la estadounidense en
vísperas de la crisis. No es el único síntoma. Un crecimiento rápido dio lugar
a muchos desequilibrios estructurales en la economía y el ámbito social que
tardarán años en ser ajustados. Se debe a que el crecimiento económico durante
mucho tiempo venía apoyándose en inversiones en lugar del consumo, apunta el
experto de la Academia rusa de las Ciencias, Yákov Berguer:
–Este es el principal problema de la economía china – que
las tasas de crecimiento se mantienen altas gracias a las inyecciones de
dinero. Pero esto conduce a toda una serie de consecuencias desagradables. Una
de ellas es el problema de exceso de capacidad de producción”.
Esta “enfermedad” ya ha afectado el sector de construcción,
la industria siderúrgica y de alta tecnología. Mientras el modelo de
crecimiento impulsado por el crédito claramente se está derrumbando. Pero no es
lo más grave. El principal recurso de China, la mano de obra barata, ya no
aporta tantos “dividendos”. Los ingresos de los hogares chinos están creciendo
y los países vecinos como Indonesia o Vietnam ya ofrecen a las empresas
multinacionales precios mejores.
Desde que estalló la crisis las empresas del gigante
asiático han disminuido notablemente el volumen de las exportaciones. Sus
principales compradores – Estados Unidos y Europa – están intentando animar su
propia industria y el consumo de producto nacional. Mientras Pekín, que debería
hacer lo mismo, hasta el momento no ha avanzado mucho en este aspecto.
Aunque China se está enfrentando a unos problemas
estructurales, también dispone de unas herramientas anticrisis más potentes
comparando con las economías más desarrolladas, cree el experto del Instituto
ruso de Economía Mundial, Serguéi Afóntsev:
–Es verdad que la economía china está “recalentada” y hay
peligro de que surja una burbuja inmobiliaria. Pero todos comprendemos que el
mecanismo de la toma de decisiones en materia de la política económica en este
país asiático es muy diferente del que funciona en Europa y EEUU. Pekín cuenta
con un amplio arsenal de medidas que le permiten mantener la situación bajo
control.
Los economistas aseguran que los problemas actuales de China
no tienen por qué conducir al colapso. Hasta ahora Pekín ha conseguido mantener
altas tasas de crecimiento a pesar de la crisis global. Pero al mismo tiempo
los analistas coinciden en que las autoridades chinas deberán realizar unas
reformas “dolorosas” destinadas, en particular, a disminuir exportaciones y
desarrollar el consumo interno. Esto permitirá evitar una crisis pero habrá que
olvidarse de las tasas de crecimiento de 10 % anuales.
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