“Los seres humanos siempre hemos querido aparentar lo que no
somos; por lo general, vivimos más pendientes de dar la imagen que los demás
desean de nosotros que de representarnos a nosotros mismos. Lo malo es que cada
día que pasa esa imagen tiránica que el entorno parece exigirnos es más banal,
más leve, más contradictoria, más falsa, más ridícula. Y nosotros nos plegamos
cada día más a su dictadura, porque hoy sólo se vive para la imagen: en los
cines, en la televisión, en las pantallas de nuestros ordenadores. Vivimos
inmersos en un furioso remolino mediático, más caudaloso, chillón y aturdidor
que nunca. Y así pasa que la versión que los medios están haciendo de la vida
ha alcanzado un nivel de tontería monumental.
Me dirán que estas contradicciones tan burdas, estas
actuaciones tan obviamente impostadas, son propias de la prensa del corazón, y
que la sociedad más seria no es así, pero no es verdad. Lo primero, porque el
mundo de la telebasura lo está inundando todo: ¿no apareció Belén Esteban en la
portada de El País Semanal? ¿No están esos programas machacando nuestras
entendederas día y noche? Pero, además, es que la vida supuestamente seria está
igual de hipotecada a la apariencia inane. Todos caemos de una manera u otra en
lo mismo” -RosaMontero, El País (adaptación)-
Imaginaos la siguiente situación: Vais caminando por la
calle de vuestro pueblo o ciudad, paseando tranquilamente solos o acompañados
de un amigo. Hace sol, la temperatura es agradable y todo invita a la
tranquilidad y el relax a lo largo de una tarde cualquiera entre semana. Pero,
de repente, se oye un ruido de risas no muy lejos de donde estáis.
Si seguís el coro de risas, llegaréis a un lugar donde se
celebra una extraña ceremonia. Junto a una fuente pública situada en mitad de
una plaza, un grupo de gente se arremolina en torno a un compañero que lleva un
móvil con el que está grabando a otro curioso personaje vestido con un disfraz
estrafalario que jamás se pondría estando sobrio o bien de la cabeza. Después
de unas palabras, el chaval se encarama al borde de la fuente y se zambulle en
el agua, para gozo y algarabía de sus amigos, que lo han grabado todo y se lo
pasan de maravilla celebrando la hazaña de su amigo.
Este es uno de los miles de ejemplos que podéis encontrar en
YouTube o en los muros de Facebook de mucha gente. Personas que, sin razón
aparente, se graban en vídeo tirándose al agua de mil y una maneras, y todo en
nombre de un ritual que empezó como un acto benéfico pero acabó convirtiéndose
en la moda de principios del verano. ¿Todavía no sabéis de qué hablo? Se trata,
nada más y nada menos, que del Legado deTibu.
Pero vayamos al principio de los tiempos. La historia del
Legado de Tibu empieza en Tarkio, Missouri. En este pueblo estadounidense vive
un bebé llamado Landon Shaw, quien a la temprana edad de cuatro meses le fue
diagnosticado un cáncer. La desgracia se completaba con la mala situación
económica de sus padres, que no podían pagar el tratamiento de su hijo.
Entonces, los vecinos del pueblo tuvieron una idea: Cada persona que se bañase
en agua fría, debía donar una cantidad de dinero a una cuenta especial para
sufragar el tratamiento del bebé. La idea se difundió a través de las redes
sociales y al cabo de una semana consiguieron recaudar más de 30.000 euros.
Sin embargo, la cosa no quedó ahí. En una sociedad
hiperconectada como la nuestra, es muy fácil para cualquiera ver lo que está
pasando en la otra punta del mundo, y resulta que esta campaña de solidaridad
llegó a Weinfelden, Suiza. Allí trabaja Damián Pereira, un joven de Camariñas
que se quedó bastante sorprendido al ver que muchos de sus amigos y conocidos
en Suiza empezaban a tirarse al agua aparentemente sin razón alguna, pues la
mayor parte del mensaje inicial se había perdido y ahora tenía un sentido más
lúdico.
Fue entonces cuando se le ocurrió que la cosa podía llegar a
calar en su tierra natal, y decidió grabarse en vídeo saltando al agua, no sin
antes nominar a su primo y a sus amigos. Si en cuarenta y ocho horas ellos no
repetían la misma maniobra, la grababan y la colgaban en su Facebook, tendrían
que pagarle una mariscada. Y prendió la mecha.
Primero fue Camariñas. Le siguieron Fisterra, Vimianzo,
Ponteceso… Al cabo de unas horas, miles de personas de Costa da Morte habían
llevado a cabo el “Legado do Tibu”, en referencia al apodo de Damián, a quien
llaman Tiburón porque juega las pachangas de fútbol con camisetas de Puyol. Ni
siquiera su propio artífice ha conseguido asimilar el éxito de su iniciativa.
Las reglas son muy sencillas, y os voy avisando por si a
alguno de vuestros amigos se le ocurre nominaros. La norma principal es que hay
que mojarse en agua fría, grabarlo y subirlo a la red. Da igual que sea a
manguerazos, a cubos, con pistolas de agua, tirándose a una fuente, desde un
muelle, desde una roca, en un río, en un lavadero, en un charco… También hay
que hacerlo vestido, aunque se puede optar por un disfraz ligerito (algunos
chicos se ponen bañadores que no dejan mucho a la imaginación, XD). Antes de
tirarse al agua, hay que explicar a la cámara quién os ha nominado y, por
supuesto, decir quiénes son vuestros elegidos para continuar el legado. Se
empezó con un máximo de tres nominados, pero hay personas que han nominado a
equipos enteros de fúbol local. No importan ni el sexo ni la edad que se tenga,
pues hasta los abuelos se han sumado a la gracia de sus nietos y acceden a
darse un chapuzón.
El Legado de Tibu ha arrasado en Internet. Son muchísimos
los vídeos que circulan por la red de gente tirándose al agua con disfraces
imposibles y en los sitios más insólitos. De hecho, aunque no es un requisito
necesario, muchos quieren darle algo de originalidad a su Legado bañándose de
muy diversas maneras. Se me ocurren ahora mismo el vídeo de un chico que se
disfrazó de flor, se enterró en la arena y sus amigos le regaron. O el de otro
chico que, vestido con ropa interior de mujer, se dio un chapuzón en la fuente
decorativa que hay en la biblioteca Concepción Arenal en Santiago de
Compostela, en plena sesión de estudio para los exámenes y ante el desconcierto
de los estudiantes, que le dedicaron un aplauso cuando salió del agua.
No obstante, ya han empezado a darse las primeras voces de alarma. La locura por buscar el
sitio más espectacular o más innovador ha alertado al sector del socorrismo. Por
un lado, porque se corre el peligro potencial de sufrir un golpe por
traumatismo. La verdad es que algunos se tiran al agua con muy poco cuidado
pero en general no tiene por qué ser así. Y también está el riesgo de sufrir
hidrocución, lo que conocemos popularmente como “corte de digestión”. La
diferencia tan brusca de temperatura puede provocar un shock que, en casos
desafortunados, genera una sobrecarga cardiaca que ocasiona una parada
respiratoria y la muerte. Glup.
Dicho esto, lo único que se me viene a la mente es un
fragmento de “La insoportable levedad del ser”:
Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada. Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.
0 comentarios :
Publicar un comentario