Medio millón de colonos judíos viven en más de 100
asentamientos construidos en los territorios palestinos en Cisjordania y
Jerusalén Este, que fueron ocupados durante la Guerra de 1967. Los palestinos,
apoyados por la gran mayoría de países del mundo, buscan establecer su estado
en esas áreas así como en la Franja de Gaza, que se ha visto liberada de la
ocupación israelí aunque continúa asediada.
La colonización en Jerusalén reviste una importancia
especial ya que busca alterar el equilibrio demográfico en la ciudad y
someterla a una completa judaización, destruyendo así su carácter árabe e
islámico. No cabe olvidar en este sentido las continuas provocaciones de los
colonos judíos en la Explanada de las Mezquitas, el tercer lugar más santo del
Islam. Los lugares santos cristianos, como antiguas iglesias, han sido también
objeto de expolio y destrucción.
Todos los asentamientos son ilegales desde el punto de vista
de la comunidad internacional y el Derecho Internacional. Varias resoluciones
de la ONU,incluyendo la 242, exigen a Israel la retirada incondicional de todas sus
tropas de Cisjordania y Jerusalén Este, pero Israel, siempre con la ayuda del
veto estadounidense en el Consejo de Seguridad y el favor de los medios de
comunicación occidentales, las ha ignorado. Por otro lado, las Convenciones de
Ginebra prohíben que un estado ocupante desplace su población a los territorios
que ocupa.
Los palestinos, como siempre, se apresuraron a condenar el último anuncio (2013) de la
construcción de nuevos asentamientos y señalaron que éste busca destruir las
conversaciones de paz antes de que se inicien y humillar a los palestinos.
Aunque la decisión israelí ha provocado condenas
generalizadas de toda la comunidad internacional, el ministro de Vivienda
israelí, el ultra Uri Ariel, atacó a los palestinos diciendo “ningún país
del mundo aceptaría órdenes sobre donde puede construir sus viviendas”, como si
el construir en el territorio de otra nación fuera aceptable para los
israelíes.
El negociador palestino Mohammed Shtayeh dijo que Israel
“busca destruir la base de la solución apoyada por la comunidad internacional,
que es la de establecer un estado palestino en las fronteras de 1967”. Por su
parte, el negociador jefe palestino, Saib Erekat, dijo a Reuters: “Si el
gobierno israelí cree que cada semana van a cruzar una línea roja con su
actividad en los asentamientos, ellos estarán pregonando la insostenibilidad de
unas negociaciones de paz”.
Asimismo, Hanan Ashrawi, miembro del Comité Ejecutivo de la
OLP, dijo a la BBC: “Creemos que Israel está enviando un mensaje a EEUU y el
resto del mundo en el sentido de que, con independencia de cualquier intento de
lanzar unas negociaciones, “vamos a seguir adelante con el robo de tierras,
construyendo más asentamientos y destruyendo la solución de los dos estados.
Ésta es una política extremadamente peligrosa y si se deja sin respuesta ella
acabará provocando un mayor conflicto y la destrucción de todas las
oportunidades de paz”.
En realidad, toda la concepción del proceso es una farsa. En
lugar de obligar a Israel a retirarse de los territorios que ocupa y que son
considerados tales por la comunidad internacional en su conjunto, ni siquiera
se obliga al ladrón a detener sus robos mientras se negocia qué parte de la
tierra que ha robado debería de devolver a sus legítimos propietarios. Hasta
ahora ni EEUU ni la Unión Europea han amenazado con sanción alguna a Israel por
sus ilegales actividades en los asentamientos y sus crímenes.
El anuncio de la expansión de los asentamientos ha ido
acompañado además de la planeada destrucción de más localidades palestinas.
Esto ha convencido a muchos de que el período de nueve meses del proceso de paz
es sólo una treta israelí para ganar tiempo y significará el principio y el fin
del proceso.
Israel, sin ningún deseo real de negociar nada, intenta
crear las condiciones para anexionarse los territorios palestinos y procurar
expulsar a los palestinos de sus hogares y tierras para reemplazarlos por
colonos judíos. Este proceso llevará a la destrucción de la solución de los dos
estados y a la creación de un estado de apartheid, donde sólo los judíos, y no
los palestinos, tendrían derechos.
El expolio y los crímenes llevados a cabo por Israel sólo
podrán terminarse mediante la movilización amplia de la opinión pública árabe e
internacional en solidaridad con Palestina y en contra del estado sionista,
dejando de lado a la mayoría de los gobiernos árabes y a la Liga Árabe, que son
cómplices abiertos de la ocupación, cuando no títeres en manos de los aliados y
amigos de Israel.
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