La familia real, que en los setenta sirvió para unir a los españoles en torno a un proyecto democrático se ha convertido en el fusible fundido que muestra que las instituciones en aquellos años hace tiempo que fallan.
Lo que parecía un remedio práctico para pasar de una dictadura a un sistema parlamentario es una rémora. Proyectos excluyentes como el separatismo catalán, pese a ir contra la lógica globalizadora de un mundo interconectado, pueden lucir más representatividad y sofisticación que la monarquía a pesar de sus endebles bases. El carácter hereditario, la incapacidad de los políticos de modificar las normas de sucesión para que pueda heredar el trono una mujer, la opacidad de la institución y la dificultad para rendir cuentas y depurar responsabilidades llevan camino de convertirla en un peso muerto.
Las manos que se extienden para ayudar desde fuera de palacio son cada vez menos útiles. Y más torpes. La histórica revista ¡Hola! -toda una institución entre la prensa del corazón- ha querido aprovechar sus íntimas relaciones con la Casa Real y ha publicado unas fotografías del rey Juan Carlos en el palacio de la Zarzuela, con motivo del 70º aniversario de la publicación. En las fotografías el rey aparece posando de pie en el exterior del palacio y en una de ellas, acompañado por dos de sus perros. El problema es que está tan rejuvenecido, tan diferente a sus últimas apariciones que la revista ha causado mofa general por su uso del retoque fotográfico. Milagrosamente, en las fotos han desaparecido las arrugas e incluso las características bolsas en los ojos del rey Juan Carlos.
En cuestión de segundos que las redes sociales se percataran de la trampa: algunos bromeaban diciendo que si sigue abusando del Photoshop acabará pareciéndose a su nieto Froilán (que también ha dado malos pasos con un disparo accidental en un pie, malas notas y alguna pelea).
Eduardo Sánchez director de ¡Hola! señala que el monarca aparece "vestido de manera informal, sonriente y con un magnífico aspecto, llega caminando con ayuda de unas muletas que enseguida deja a un lado y no vuelve a necesitar". Pero lo cierto es que este año se ha visto al monarca muy desmejorado físicamente a consecuencia de las nueve operaciones a las que se ha sometido desde 2010. Cinco de ellas tras romperse la cadera en Botswana.
Durante los últimos tres años la monarquía ha visto como se esfumaba su fino manto de excelencia. Hay tres razones principales: los líos de faldas, la corrupción en el seno de la familia y el cambio generacional en España. Los dos primeros asuntos son habituales en el mundo en que vivimos, pero las instituciones y las familias modernas el asunto suele solventarse, si no tiene arreglo, con divorcio o dimisiones. Ni una cosa ni la otra es fácil dentro de una familia real. El yerno del rey, acusado de corrupción, no va a dejar de serlo. Y la institución parecería coja si el rey pasase a estar soltero.
El cambio generacional es un problema muy distinto, pero sencillo de explicar. Como cada vez hay más personas que no han vivido la delicada transición política de los setenta, el papel de arbitraje institucional del rey es cada vez menos tenido en cuenta en una democracia que, mal o bien, tiende a depurarse sola aunque no logre regenerarse nunca.
Los fieles que le quedan al rey no saben cómo ayudarle sin aumentar la comedia. Como recuerda la periodista Maria Eugenia Yagüe, la revista ¡Hola! le había dado un disgusto mayúsculo al rey entrevistando a su supuesta amante, Corinna. Esta portada es la compensación que le debía el semanario al monarca: "Los lectores de ¡Hola!, clase media española, o sea, todo el mundo, son los receptores de este mensaje positivo que intenta recuperar al Rey que (casi) todo el mundo admiraba". El problema es que todo es fachada. A la misma hora en que se hacían las fotos la infanta Elena esquiaba en compañía de sus hijos y de su secretario y amigo, Carlos García Revenga, imputado por corrupción.
La supuesta amante del rey, Corinna, no desaparece de la escena pública. Porque en el siglo XXI nadie tiene por qué hacerlo. Recientemente estuvo en Sudáfrica acompañando a Charlene Wittstock (sudafricana y esposa de Alberto de Mónaco, a quien asesora en cuestiones de imagen) con ocasión del entierro de Nelson Mandela. La vida sigue, los escándalos pasan. El daño queda, y la monarquía sigue igual.
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