El actual régimen del 78’,
subproducto derivado del franquismo y de la transición monárquica, instauró un
sistema de libertades civiles y un modelo gobierno representativo, que aunque
agonizante, ya se prolonga más de tres décadas. Una característica remarcable
de los gobiernos representativos, que surgen a raíz de las denominadas revoluciones
liberales de finales de siglo XVIII o comienzos de siglo XIX, es que
en ellos quienes gobiernan son los representantes y no el pueblo reunido en
asamblea, en redes de asambleas o a través de formas de participación directa.
Estos sistemas de gobierno representativo surgieron en clara oposición a la
democracia esgrimiendo diferentes razones: la necesaria especialización de los
políticos, el analfabetismo de la población por aquel entonces, etc. Durante su
vigencia, han articulado mecanismos de auto-legitimación, control y lavado de
cara: el sufragio cada cuatro años, los partidos políticos como vehículos de
las variedades de voluntad popular, el control mediático y propagandístico,
etc.
Bajo este sistema de control
llevan décadas rallándonos en masa: diciéndonos lo que tenemos que pensar,
consumir, lograr, etc. Han pautado conductas, creado prejuicios e infundido
miedos irracionales a gran escala, por lo que va a costar mucho salirse de esta
Matrix mental. El meme más importante y peligroso que hay que desmontar con urgencia
es el de la asociación entre la elección de representantes o sufragio y la
democracia. Debido a un curioso giro semántico (muy bien descrito por Pierre
Rosanvallon en 1993), desde principios del siglo XIX, la palabra democracia se
utilizó para designar un régimen que la despreciaba explícitamente desde su
origen. Tenemos pues, que mientras que a finales de siglo XVIII un gobierno
organizado a través de la elección, era considerado algo radicalmente diferente
a la democracia, en la actualidad es aceptado como una forma de ella. Así,
llamar democracia a su estricto contrario nos encierra en una trampa
intelectual que nos impide formular una alternativa seria. Como dice
Etienne Chouard, no logramos designar al enemigo porque éste ha tomado el
nombre del amigo.
Lo primero que debemos realizar
es una distinción entre un gobierno representativo y una democracia. Bernard
Manin, caracteriza los gobiernos representativos como aquellos en los que:
a- Los
gobernantes son elegidos por sufragio(universal, censitario, etc) a intervalos
regulares
b-
Los gobernantes conservan en sus iniciativas un margen de independencia en
relación a los gobernados (tienen el consentimiento)
c-
Las opiniones públicas sobre política pueden expresarse fuera del control de
los gobernados (lo que los diferencia de las dictaduras)
d- Las
decisiones colectivas las toman los gobernantes al término de sus negociaciones
y discusiones
Por el contrario, la idea de
democracia, en origen, hace referencia al poder (Kratos) del pueblo(Demos). Por
tanto, sólo se puede hablar de democracia si verdaderamente existe
igualdad política. Podemos pensar en modelos sociales igualitarios en más
aspectos: igualdad física, económica, social, mental, etc. Pero si hablamos de
democracia lo que subyace es la igualdad política. Por tanto, aunque los
sistemas de gobierno representativos actuales, garanticen algunas libertades
civiles y le den el poder de gobierno a unos pocos representantes, estos
modelos no deben confundirse con la democracia. De hecho, no pueden pasar de
ser considerados regímenes oligárquicos pues en estos, gobierna una minoría de
representantes (Oligos (pocos) y Arkhia (gobierno)). Esto es clave, no vivimos
en democracia porque el poder político está concentrado en manos de unos pocos:
los representantes electos al servicio de los banqueros y corporaciones, que al
financiar campañas e influir en la legislación, incapacitan a los primeros para
representar fielmente la voluntad popular. Para ser precisos, ningún sistema
que se base exclusivamente en la representación del pueblo puede llamarse
democracia. Más aún, si uno es estricto conceptualmente, la acepción democracia
representativa no es más que un oxímoron.
Puesto que los gobernantes
organizados en mafias institucionalizadas (partidos) servilmente articulan sus
políticas para favorecer a los ricos, la acepción más precisa para el sistema
de gobierno representativo actual, es el de oligarquía plutocrática. Éste
sistema se caracteriza por que alrededor del poder estatal se forma
un holding empresarial o fáctico que, tras
financiar partidos y medios de comunicación, obliga a realizar
un clientelismo político a través de legislaciones favoritistas. No creo
que haga falta recordar como la banca de inversión (i.e, Goldman Sachs, Morgan,
Rockefeller, Rothschild) y otros conglomerados financieros han domado todos los
parlamentos del mundo a través de las primas de riesgo, forzado legislaciones
de socialización de las pérdidas de sus apuestas erróneas en derivados,
inmuebles, etc.
En este modelo social, la banca y las grandes empresas
están en el centro del sistema político, financian de forma irregular a los
partidos y compran los medios de comunicación para influir en la mente de
las personas, que luego a través de la elección refrendan en las elecciones a
los suplantadores de la voluntad popular. La elección aparece como el
mecanismo-farsa que legitima todo el tinglado de control social. Por tanto, el
primer problema que tenemos que afrontar para derrumbar este modelo es el
mecanismo de legitimación. Lo que me interesa es destacar que desde un punto de
vista teórico, la elección tiene graves problemas estructurales que la
contraponen a la idea de democracia entendida como el aquel sistema que
garantiza la igualdad política real.
Primero, la elección es un mecanismo aristocrático
por definición: se elige al mejor (=aristos). Así, los sistemas de gobierno
basados en la elección de representantes al supuestamente seleccionar al
“mejor” preparado para representar, fomentan el abandono político. Conllevan
una renuncia, un gesto de confianza antes de consentir a obedecer durante
varios años; es una organización política que sólo deja a los hombres el
derecho de elegir unos amos. Esto contrasta con el ideal
democrático de una ciudadanía realista, activa y despierta, en la que el
sistema político se estructure sobre la desconfianza y el control permanente.
Porque siendo realistas, hay que asumir que el poder cambia y tiende a
corromper a las personas.
Segundo, la elección es la CAUSA de la concentración
del poder político y de la sincronización del poder político y económico (alguien
se imagina una sociedad avanzada planificando a 4 años vista?) pues permite
generalizar al mundo político la servidumbre por deudas establecida por los
prestamistas. Esto se debe que para ser elegido se necesita ser conocido y para
ser conocido se necesitan recursos. Por definición, y esto pasa en todas partes
de la misma manera, el rico tiene los medios para ayudar a un candidato a ser
elegido, incluso si ese candidato es nocivo para el interés general. El
económicamente rico puede hacerse indispensable para que otro devenga
políticamente rico (elegido) y, por tanto, para exigir a continuación una
política pública conforme a sus intereses privados. Esto hace que
inevitablemente el poder económico se sincronice con el político. Es importante
recordar esto, la elección es el eslabón débil de la colonización de la
política por parte de la economía. A nivel de partidos políticos y en lo que se
refiere a la formación de oligarquías y cúpulas internas sucede lo mismo, pues
la elección retroalimenta y posibilita el mamoneo: Si te ayudo a que seas
elegido me deberás dar algo a cambio más tarde. Esta dinámica interna típica de
los partidos es uno de los motivos clave detrás del gran desprecio que siente
la ciudadanía hacia la clase política.
Tercero, la elección tiene un sesgo de maldad
inherente porque tiende a dar poder a quienes ya buscan poder y ansias
de notoriedad, y estos suelen ser los más faltos de escrúpulos y los más
insistentes. Los honestos y justos se quedan fuera porque suelen ser más
reacios y desinteresados, lo que les hace desistir antes. Así encontramos que
la elección imposibilita la formación de un gobierno ideal, en el que en el
poder estaría localizado precisamente en personas desinteresadas que no quieren
gobernar (un gobierno así nos aseguraría honestidad y que el trabajo estuviese
basado en la vocación para servir a la comunidad).
Cuarto, al restringir la población que influye directamente
en el legislativo a unos pocos (pues actúa a modo de embudo) minimiza
la diversidad de estilos cognitivos implicados en la producción
legislativa, lo que reduce la inteligencia colectiva y redunda
en importantes ineficiencias en el resultado final. En las simulaciones más
avanzadas de comunidades artificiales con capacidad legislativa (basadas
en ABM),
lo que se observa es que la falta de diversidad cognitiva reduce la calidad
legislativa (ver los trabajos de Scott
Page o Pluchino). La
explicación o intuición matemática es trivial. Matemáticamente, un sistema de
gobierno representativo ideal es aquel que es capaz de minimizar la distancia
entre las preferencias por determinadas políticas del pueblo y las propuestas
aprobadas por sus representantes. Para ello necesitarías una muestra aleatoria
de la población. Pero cualquier sistema de representantes electos situados en
un plano de coordenadas (x,y) en el que x = interés particular e y = interés
social (a lo Diagrama
de Cipolla), si estos se organizan en partidos, suele acumular a los
representantes en zonas concretas del plano (generalmente en torno a un radio
de tolerancia al disenso más o menos grande) de forma no aleatoria. Pero no
sólo eso, puesto que racionalmente los representantes electos pertenecientes a
partidos no están motivados a proponer leyes que les perjudiquen como
estructura, tienden a anteponen el interés general al interés propio generando
una secuencia de propuestas que no capta fielmente las preferencias de la
sociedad, lo que la hace ineficiente.
Conclusión:
El sufragio universal, es un MITO absolutamente intocable,
mientras que de hecho es un mecanismo aristocrático y corruptible que hace
posible e incluso durable la impotencia política de la mayoría, siempre y en
todas partes. Tiene la mala propiedad de concentrar el poder en manos de unos
pocos, que tenderán a estar guiados por intereses particulares. Además, la
evidencia experimental y computacional muestra que es un sistema que tiende
disminuir la eficiencia legislativa. El talón
de Aquiles de los ricos está al alcance de los pobres, pero a
condición de que los pobres dejen de estar tan orgullosos, creyendo
estúpidamente (y a despecho de todos los hechos que lo contradicen) que la
elección tiene algo que ver con la democracia.
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Nota:
Habría que distinguir sufragio universal tal y como se ha venido aplicando
hasta la fecha a la democracia líquida o al voz y voto permanente que
proporcionaría un ágora virtual en condiciones. En los últimos 200 años se ha
aplicado a la selección de representantes pero la matización del término
es importante. La definición de sufragio universal a priori puede abarcar a
representantes y otras cuestiones. Por lo que el título del artículo debe
interpretarse en un sentido reducido.
Visto en: sistemaencrisis.es
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