Mireille Ampilhac |
Lo que los presidentes hacen "de cinco a siete".Los franceses tienen un nombre para estos devaneos: el cinq a sept. El “de cinco a siete”,
dos horas tras el trabajo que dan para visitar a la amante, o al amante, antes
de volver a casa y seguir con la vida perfectamente ordenada. El concepto es
casi una institución. Tanto que cuando la revista Paris Match publicó que
Mitterrand tenía una hija con Anne Pingeot el presidente contestó: “Et alors?”.
¿Y qué?
Françoise Mitterrand, uno de los más carismáticos
presidentes de Francia, era conocido por los franceses como “señor presidente”.
Pero para su mujer era “François el seductor”. Prueba de ello es que a su
entierro, en 1994, acudió su amante y la hija de ambos, que tenía ya 21 años.
“Podía ser al mismo tiempo cínico o idealista, simulador o provocador, caluroso
u ofensivo. Era fiel en la amistad e infiel en el amor, altanero con los
grandes, atento con los pequeños. Era un soberano para quien importaba más que
nada su libertad personal, un monarca que saboreaba el poder pero que no podía
prescindir de las evasiones, un realista al que le gustaba soñar, un
imaginativo que quería gobernar”, dice sobre Mitterrand el escritor Alain
Duhamel, que tantas veces lo entrevistó.
No hace falta remontarse tan lejos. En el libro El
desconocido del Elíseo, escrito por el periodista Pierre Péan, el ex presidente
Jacques Chirac admite que le perdían las mujeres: "A algunas las he
querido mucho, de forma tan discreta como fue posible. Está absolutamente claro
que nunca he pensado en abandonar a mi mujer". A todo esto su esposa,
Bernadette Chirac, añade: "Naturalmente, ha sido un mujeriego, ¿qué hombre
político no lo es o no lo ha sido? Pero hay algo muy fuerte entre nosotros. Él
era muy guapo... las mujeres han corrido mucho detrás de él. Tenía mucho
encanto, un brío enorme. Las mujeres van tras el poder. Es así". Su esposa
dijo al enviudar que lo sabía pero que no se sentía amenazada, pues confiaba en
el amor de su marido. Ahora es distinto. O no.
Si en algo están en las antípodas Francia y EEUU es en cómo
se toma el público los líos de faldas de sus presidentes. Pero se parecen en
una cosa: en ambos casos las intimidades acaban divirtiendo a mucha gente
dentro y fuera del país. Sin embargo el traspiés sentimental de François
Hollande, jefe de Estado francés, ha perdido buena parte de su gracia en las
últimas horas.
A algún ciudadano incluso se le ha helado la sonrisa. La
pareja del presidente, Valerie Trierweiler, fue hospitalizada después del
escándalo sobre las supuestas relaciones del jefe del Estado con otra mujer.
Trierweiler ingresó en el hospital el viernes para someterse a una serie de
revisiones médicas y reposar. Se espera que abandone el hospital en pocos días,
pero la multitud que antes parecía divertida ahora se encuentra con un drama
contado minuciosamente. Al minuto.
Aunque su cuadro médico sea aséptico, la fecha del mismo
muestra coincidencias que dan para una novela. Precisamente el viernes pasado,
el tabloide Closer publicó fotografías que evidencian la relación de François
Hollande con la actriz Julie Gayet.
Tal vez los estadounidenses estén empezando a volverse un
poco franceses (sólo un 39 % de los encuestados en 2007 admitía que estaría
menos dispuesto a votar por un adúltero) y los galos se estén impregnando con
la tradicional moralina de EEUU en este campo. En realidad Hollande tiene poco
que enseñar a sus predecesores en cuanto a idas y venidas amorosas. Aunque es
el primero que se enfrenta a esa desconfianza tan norteamericana: si miente a
su esposa, ¿mentiría al país?
Todo se quebró, aunque ya había grietas, el jueves pasado
por la noche, en el Palacio del Elíseo. Sin gritos ni portazos, según ha dicho
un amigo de la familia a la prensa. Hollande reconoció que iba con un
guardaespaldas en medio de la noche con asiduidad a la casa de su amiguita.
Llevaban meses haciéndolo.
Es cierto que Valerie Trierweiler no está casada con
François Hollande, pero en ocasiones lo ha acompañado como la primera dama de
Francia. Tiene cinco personas a su cargo, pagadas con el dinero de todos los
franceses. Los periódicos publican que ahora está dispuesta a perdonar. Pero
ella ya no es la única en esta historia. El diputado Danielle Pasquelle lo ha
resumido con crudeza: “Los franceses tienen derecho a saber quién es la primera
dama”. Una pregunta complicada para estos días, en los que el 89 % de los
ciudadanos de Francia preferirían otro divorcio sonado como el de los Sarkozy
al enquistamiento de la situación actual. Al fin y al cabo, tres son "una
multitud". Así lo dejó dicho Diana de Gales, otra víctima colateral de la
erótica del poder.
0 comentarios :
Publicar un comentario