La decisión del presidente Barack Obama de no bombardear
Siria tuvo diversas causas. Se habla de la oposición amplia de la opinión
pública estadounidense e internacional a tal acción, del rechazo del Congreso
estadounidense, de la firme oposición de Rusia e Irán o del aislamiento
estadounidense como factores determinantes y todos ellos han jugado, sin duda,
un gran papel.
Obama ciertamente sabía desde hace tiempo que la mayoría de
los estadounidenses estaban en contra de implicarse en Siria. Él mismo dijo que
no estaba obligado a pedir el permiso del Congreso para iniciar la guerra. Sin
embargo, luego pareció cambiar de opinión, como si algo que él no esperaba
hubiera ocurrido.
Nadie en los medios de comunicación analizó los aspectos técnicos del ataque y
nadie dudó de la capacidad de las fuerzas armadas estadounidenses de
ejecutarlo. Sin embargo, existieron algunas limitaciones en la capacidad
militar para ejecutar un ataque “limpio” y masivo sobre Siria.
Es posible que cuando los generales estadounidenses
comprobaron que Obama quería en efecto lanzar un ataque dijeran a Obama que
éste no podría garantizar los resultados esperados.
Se anunció que el ataque estadounidense sobre Siria sería
llevado a cabo con una salva de misiles Tomahawk lanzados desde barcos
norteamericanos desplegados en el Mediterráneo. Ésta es una táctica utilizada
normalmente por EEUU contra adversarios que poseen sistemas creíbles de defensa
antiaérea. Sólo cuando las defensas antiaéreas del enemigo son degradadas hasta
el punto de que las pérdidas de los aviones tripulados son improbables
comienzan entonces los ataques aéreos, que pueden ser seguidos o no por
acciones de tropas terrestres de EEUU o de sus aliados. Esta táctica fue utilizada
en Iraq y Libia.
El misil de crucero Tomahawk es un arma que no es adecuada
para el bombardeo masivo de un área por su alto coste, un millón y medio de
dólares. Así pues, EEUU no puede permitirse la utilización de más de algunos
centenares de estos misiles, que son reservados para la destrucción de blancos
de especial valor. El error de estos misiles es de unos 10 metros.
Esta precisión se alcanza por los sistemas de guía del misil
– el GPS (Sistema de Posicionamiento Global), INS (Sistema de Navegación
Inercial), TERCOM (Coincidencia de Contorno del Terreno) y DSMAC (Sistema de
Correlación del Terreno con Imágenes Digitales).
El TERCOM utiliza un altímetro de radar que se compara con
un mapa del terreno almacenado en sus computadoras. Está claro que no puede
funcionar sobre un terreno plano o sobre el agua, e incluso en un terreno más
diverso tiene una alta probabilidad de perder su orientación.
El DSMAC está basado en comparar una imagen almacenada del
área a atacar con la imagen producida por una cámara de fibra óptica. El DSMAC
puede funcionar para identificar un edificio aislado en un desierto, pero el
autor duda de que trabaje con fiabilidad en un terreno complejo, como un
entorno urbano.
Ambos sistemas requieren que los datos sean almacenados en
el computador del misil con anticipación, mientras el GPS puede ser programado
en vuelo.
Los modernos sistemas INS para los aviones civiles tienen un
margen de error de casi cuatro kilómetros por cada hora. No hay razón para
creer que los sistemas militares sean más precisos.
Todo esto significa que, en ausencia de una señal de GPS
durante un periodo sustancial de tiempo, la precisión necesaria podría no ser
lograda. Un
experto militar, John Keller, escribió en la revista Military & Aerospace
Electronics que la falta de precisión ocurre después de 30 segundos en que
se pierde la señal del GPS.
De este modo, la precisión y redireccionamiento de los
misiles Tomahawk depende del GPS principalmente ya que todos los sistemas
auxiliares mencionados no funcionan universalmente y pueden no ser adecuados en
todas las circunstancias dependiendo del tipo del terreno que exista entre el
lanzador y el objetivo.
Según la mencionada revista, la Agencia de Proyectos de
Investigación Avanzada de la Defensa de EEUU (DARPA) ha reconocido esta
dependencia del GPS. “La dependencia militar en las señales del GPS para la
navegación, posicionamiento y tiempo es crucial en una amplia variedad de
armas”.
La Universidad Nacional de la Defensa de EEUU añade también
que “el establishment militar ha identificado y reconocido la susceptibilidad
de la nueva generación de armas dotadas de GPS a las interferencias. Sin la
disposición de armas de precisión y las condiciones necesarias para su empleo
exitoso... el riesgo asociado a cada ataque crece exponencialmente”.
Un oficial estadounidense, Dan
Faulkner, ha señalado que el problema está lejos de ser resuelto. Según él,
EEUU busca desarrollar sistemas de guía que no dependan del GPS, pero ellos
están todavía a una distancia de 20 o 30 años vista de convertirse en
operativos.
En 2009, un compañía rusa exhibió en el Salón Internacional
sobre Aviación y el Espacio de Moscú un aparato que genera interferencias al
GPS. El autor habló con el ingeniero jefe de la compañía, que afirmó que su
equipo fue empleado en Iraq en 2003 y llevó a que muchos misiles Tomahawk se
volvieran locos y volaran hasta zonas tan lejanas como Turquía. Según él, el
error de Iraq fue no comprar los suficientes aparatos de interferencia, y, como
resultado, los estadounidenses fueron capaces de destruirlos fácilmente antes
de utilizar los misiles Tomahawk de forma masiva.
Estos aparatos no son caros de producir y se pueden comprar
cientos o miles de ellos por el precio de un solo Tomahawk.
Los
estadounidenses han utilizado dos sistemas para incrementar la resistencia a
las interferencias, Uno busca incrementar la cooperación entre el GPS y el
NIS utilizando sofware avanzado. Este método puede funcionar cuando las
interferencias son intermitentes, pero no cuando los misiles vuelan por una
zona de continuas interferencias y donde el GPS es anulado totalmente. El otro sistema es ofrecido
por una compañía canadiense, NovAtel, Sin embargo, es dudoso que tal
sistema pueda funcionar frente a múltiples fuentes de interferencia que sean a
la vez intensas.
Es de suponer que Siria habrá aprendido la lección de Iraq y
habrá obtenido una cantidad suficiente de aparatos de interferencia al GPS de
Rusia. Cientos o miles de estos aparatos podrían cubrir fácilmente una gran
área alrededor de Damasco y otras importantes áreas, de tal modo que los
misiles podrían desviarse cientos de kilómetros. Las interferencias del GPS
podrían comenzar sobre el agua, donde los sistemas TERCOM y DSMAC a buen seguro
no funcionan. Con la ayuda de pequeños botes, podría crearse una zona de
interferencias que se extendiera cientos de kilómetros a partir de la costa.
Dado que Siria posee misiles avanzados anti-buque,
suministrados por Rusia, los barcos estadounidense no pueden acercarse a las
costas sirias para el ataque así que los misiles tendrían que volar a largas
distancias sobre el agua. Las interferencias allí dañarían la señal del GPS
haciendo también difícil que el TERCOM funcionara cuando el misil pase a volar
sobre la zona terrestre.
En estas condiciones, los generales del Pentágono no podían
garantizar una victoria limpia e impresionante como Obama esperaba. Por
supuesto, nadie puede predecir el resultado de los ataques con Tomahawk con una
completa certeza, pero con toda seguridad no serían decisivos. ¿Qué podían
hacer los pobres generales después? ¿Enviar bombardeos frente a unas defensas
antiaéreas casi intactas con el riesgo sustancial de fuertes pérdidas de
aviones y pilotos?
La solución más aceptable fue el de hacer de la necesidad
virtud y pedir a un reticente Congreso que aprobara los ataques y después de
ver rechazada la petición anunciar otra gran victoria para la democracia
estadounidense.
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