Algunos medios
políticos piensan que Rusia y EEUU se han puesto de acuerdo sobre una serie de
compromisos en la región y que todo lo que sucede en Siria –en el plano
político y en el plano militar– es parte de un guión destinado a implementar
esos arreglos.
La realidad es que la relaciones internacionales atraviesan
actualmente un periodo de transición en la que deben perfilarse los nuevos
equilibrios surgidos gracias a la resistencia del Estado sirio ante la agresión
colonial dirigida por EEUU. Es evidente que se está construyendo la era de la
postdominación unilateral de Washington. Pero las reglas de la nueva guerra
fría no están aun totalmente definidas. El reconocimiento por parte de EEUU del
fin de su hegemonía unilateral se acompaña de los continuos intentos de
Washington por influir en las nuevas ecuaciones y equilibrios a medida que van
surgiendo.
En ese marco se inscriben las presiones y la injerencia de
EEUU y en general de Occidente en el patio trasero de Rusia. La crisis en
Ucrania es la mejor ilustración de esa actitud, al igual que la continuación de
la asociación entre EEUU y Arabia Saudí con vista a prolongar el baño de sangre
en Siria, con la esperanza de modificar así en su propio beneficio la
correlación de fuerzas que debe dar lugar al naciente compromiso político.
Esas son realidades que se perciben en Ginebra 2, donde los
estadounidenses negociaron –de forma indirecta– con la delegación oficial siria
a través de una delegación «opositora» montada por el embajador de EEUU en
Damasco, Robert S. Ford. En ese mismo marco se inscribe la decisión de mantener
a Irán al margen de Ginebra 2, lo cual fue un mensaje dirigido a Rusia, de una
manera digna de los tiempos de la hegemonía unilateral, a través del secretario
general de la ONU. La reforma de esta última organización y la instauración de
un reequilibrio de la correlación de fuerzas en su seno son, por cierto,
condiciones indispensables para el establecimiento de un mundo multipolar.
En este periodo de transición se mantiene la confrontación
sobre la elaboración de las nuevas correlaciones de fuerza entre las potencias
y la situación en Siria refleja las nuevas realidades internacionales. Así que
el hecho de creer en la existencia de supuestos arreglos internacionales y en
la seriedad de EEUU en materia de lucha contra el terrorismo es una ilusión. Y
lo peor de todo es que esa ilusión puede falsear los cálculos y producir
análisis erróneos.
Fue EEUU quien llevó a Siria el terrorismo de Al Qaida, con
la cooperación del régimen Saudí, de Turquía y de Qatar. Fue Washington quien
albergó y promovió a la Hermandad Musulmana… y sigue haciéndolo aún a sabiendas
de que esa cofradía promueve el pensamiento takfirista y el terrorismo en el
mundo musulmán.
La negativa de EEUU a reconocer la lucha contra el
terrorismo como una prioridad en Siria, lo cual fue un reclamo de la delegación
oficial siria en Ginebra 2, equivale a una confesión de Washington de que su
decisión no es otra que utilizar el terrorismo para seguir desangrando al
Estado sirio. Los argumentos que presentó Barack Obama en su entrevista al New
Yorker, para explicar las razones de su apoyo al Frente Islámico, son la mejor
demostración de esa realidad. Obama calificó a los combatientes de esa organización
terrorista de «yihadistas», llamando a no meterlos en el mismo saco que Al
Qaida. Ese Frente Islámico es un producto puramente americano-Saudí, activo
únicamente dentro de Siria y, según afirma la revista estadounidense Foreign
Policy en un artículo publicado hace unos días, no constituye una amenaza
terrorista. Foreign Policy hasta cubre de elogios al jefe de las Brigadas Shrar
al-Cham, Abu Khaled “el Sirio”, tratando incluso de restar importancia a las
palabras de este terrorista en homenaje a Osama ben Laden.
La próxima etapa se caracterizará por un recrudecimiento de
los combates en el terreno y por la continuación del respaldo de EEUU, Arabia
Saudí, Qatar, Gran Bretaña y Francia a los movimientos extremistas. A pesar de
la última maniobra verbal de Recep Tayyeb Erdogan durante su reciente visita a
Teherán, que no se vio acompañada de ninguna medida concreta en el terreno,
Turquía también mantendrá su respaldo a los terroristas.
La Administración Obama ha reconocido el fracaso de su
apuesta por la destrucción del Estado sirio, disfrazada de «cambio de régimen».
Su nueva estrategia consiste en tratar de establecer líneas de demarcación
entre el Ejército Árabe Sirio y los rebeldes, mediante un respaldo masivo en
armas, dinero y refuerzos en hombres y en asesoría técnica. En Washington se
habla abiertamente en algunos medios de dividir Siria, separando del Estado
central las provincias de Idlib, Alepo, Rakka, Deir Ezoor y Hassaka. Otros
proyectos hablan de dividir Siria en 3 regiones: la primera estaría bajo el
control del Estado central y su ejército, la segunda controlada por los grupos
armados y la tercera por los kurdos.
Así que el Ejército Árabe Sirio está batiéndose por
preservar la unidad de Siria y su independencia. Los estadounidenses y sus
agentes acabarán descubriendo que todos sus planes no pasan de ser simples
espejismos porque, al estar en juego su unidad y su independencia, el pueblo
sirio y su ejército están dispuestos a hacer los sacrificios que sean
necesarios.
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