Cuando comenzó la Revolución Industrial en Gran Bretaña, a
fines de los años 1800, se podía ganar mucho dinero invirtiendo en fábricas e
industrias, abriendo nuevos mercados, y obteniendo el control de fuentes de
materias primas. Los que tenían más dinero para invertir, sin embargo, no se
encontraban tanto en Gran Bretaña sino más bien en Holanda. Holanda había sido
la mayor potencia occidental en los años 1600, y sus banqueros eran los
principales capitalistas. A la busca de beneficios, el capital holandés fluyó
hacia el mercado bursátil británico, y así los holandeses financiaron el
ascenso de Gran Bretaña, que luego eclipsó a Holanda económica y
geopolíticamente.
De esta manera el industrialismo británico llegó a ser
dominado por inversionistas acaudalados, y el capitalismo se convirtió en el
sistema económico dominante. Esto condujo a una gran transformación social.
Gran Bretaña había sido esencialmente una sociedad aristocrática, dominada por
familias terratenientes. A medida que el capitalismo llegaba a ser
económicamente dominante, los capitalistas llegaron a ser dominantes en la
política. Las estructuras tributarias y las políticas de
importación-exportación fueron gradualmente modificadas para favorecer a los
inversionistas por sobre los terratenientes.
Ya no era económicamente viable mantener simplemente una
propiedad en el campo: había que desarrollarla, convertirla para un uso más
productivo. Los dramas victorianos están repletos de historias de familias
aristocráticas que enfrentan tiempos difíciles, y se ven obligadas a vender sus
propiedades. Por propósitos dramáticos, esa decadencia es generalmente
atribuida a un defecto de algún carácter, tal vez un primogénito débil. Pero en
los hechos la decadencia de la aristocracia formaba parte de una transformación
social más amplia causada por el ascenso del capitalismo.
El negocio del capitalista es la administración de capital,
y esa administración es manejada generalmente a través de la mediación de
bancos y casas de corretaje. No sería sorprendente que los banqueros de
inversión llegaran a ocupar la cúspide de la jerarquía de la riqueza y el
poder. Y de hecho, hay un puñado de familias de banqueros, incluidos los
Rothschild y los Rockefeller, que ha llegado a dominar los asuntos económicos y
políticos en el mundo occidental.
A diferencia de los aristócratas, los capitalistas no están
ligados a un sitio, o al mantenimiento de un lugar. El capital es desleal y
móvil – fluye a donde se puede encontrar el mayor crecimiento, tal como fluyó
de Holanda a Gran Bretaña, luego de Gran Bretaña a EE.UU., y hace poco de todas
partes a China. Tal como una mina de cobre puede ser explotada y luego
abandonada, bajo el capitalismo toda una nación puede ser explotada y luego
abandonada, como lo vemos en las áreas industriales oxidadas de EE.UU. y Gran
Bretaña.
Este desapego por el lugar conduce a un diferente tipo de
geopolítica bajo el capitalismo, en comparación con la aristocracia. Un rey va
a la guerra cuando ve una ventaja para su nación al hacerlo. Los historiadores
pueden ‘explicar’ las guerras de los días pre-capitalistas, en términos del
engrandecimiento de monarcas y naciones.
Un capitalista provoca una guerra a fin de lograr
beneficios, y de hecho las familias bancarias de nuestra elite han financiado
ambos lados de la mayoría de los conflictos militares desde por lo menos la
Primera Guerra Mundial. Por ello los historiadores tienen problemas para
‘explicar’ la Primera Guerra Mundial en términos de motivación y objetivos
nacionales.
En los días pre-capitalistas la guerra era como el ajedrez:
cada lado trataba de ganar. Bajo el capitalismo la guerra es más bien como un
casino, en el cual los jugadores participan mientras pueden conseguir dinero
para más chips, y el ganador siempre resulta ser la banca– los banqueros que
financian la guerra y deciden quién será el último en resistir. Las guerras no
son solo las más lucrativas de todas las empresas capitalistas, sino al elegir
a los vencedores, y administrar la reconstrucción, las familias bancarias de la
elite logran, con el pasar del tiempo, adecuar la configuración geopolítica
para que sirva sus propios intereses.
Las naciones y las poblaciones son solo peones en sus
juegos. Millones mueren en las guerras, infraestructuras son destruidas, y
mientras el mundo se lamenta, los banqueros cuentan sus ganancias y hacen
planes para sus inversiones en la reconstrucción de posguerra.
Desde su posición de poder, como financistas de gobiernos,
las elites bancarias han perfeccionado con el tiempo sus métodos de control.
Manteniéndose siempre entre bastidores, tiran las cuerdas que controlan a los
medios, los partidos políticos, las agencias de inteligencia, los mercados
bursátiles, y las oficinas gubernamentales. Y tal vez la mayor palanca de poder
es su control sobre las monedas. Mediante su timo de los bancos centrales,
causan ciclos de auge y ruina, imprimen dinero de la nada y luego lo prestan
con intereses a los gobiernos. El poder de la pandilla bancaria de la elite
(los ‘banksters’) es absoluto y sutil…
Algunos de los hombres más importantes de EE.UU. tienen
miedo de algo. Saben que hay un poder en algún sitio, tan organizado, tan
sutil, tan vigilante, tan entrelazado, tan completo, tan dominante que más vale
que no hablen en voz alta cuando lo hacen para condenarlo. – Presidente Woodrow
Wilson.
El fin del crecimiento – los banksters contra el
capitalismo
Siempre fue inevitable, en un planeta finito, que habría un
límite para el crecimiento económico. La industrialización posibilitó que
hayamos acelerado precipitadamente hacia ese límite durante los últimos dos
siglos. La producción se ha hecho cada vez más eficiente, los mercados cada vez
más globales, y finalmente el paradigma del crecimiento perpetuo ha llegado al
punto de la disminución de la rentabilidad.
Por cierto, a ese punto ya se llegó cerca de 1970. Desde
entonces el capital no ha buscado tanto el crecimiento mediante un aumento de
la producción, sino más bien mediante la extracción de mayores rendimientos de
niveles de producción relativamente limitados. De ahí la globalización, que
transfirió la producción a áreas de bajos salarios, asegurando mayores márgenes
de beneficios. De ahí la privatización, que transfiere a inversionistas las
corrientes de ingresos que antes llegaban a los tesoros nacionales. De ahí
mercados de derivados y divisas, que crean la ilusión electrónica de
crecimiento económico, sin producir nada efectivamente en el mundo real.
Durante casi cuarenta años, el sistema capitalista se
mantuvo mediante estos diversos mecanismos, ninguna de los cuales fue
productivo en algún sentido real. Y entonces, en septiembre de 2008, el
castillo de naipes se desplomó, de repente, poniendo de rodillas al sistema
financiero global.
Si se estudia el colapso de las civilizaciones, se aprende
que esa incapacidad de adaptación es fatal. ¿Está cayendo en esa trampa nuestra
civilización? Tuvimos dos siglos de verdadero crecimiento, en los cuales la
dinámica de crecimiento del capitalismo estuvo en armonía con la realidad del
crecimiento industrial. Luego tuvimos cuatro décadas de crecimiento artificial
– el capitalismo sustentado por un castillo de naipes. Y ahora, después del
colapso del castillo de naipes, parece que se hace todo esfuerzo posible por
producir ‘una recuperación’ – ¡del crecimiento! Es muy fácil obtener la
impresión de que nuestra civilización se encuentra en un proceso de colapso,
basado en el principio de la incapacidad de adaptación.
Una impresión semejante sería parcialmente correcta y
parcialmente equivocada. A fin de comprender la situación real tenemos que
hacer una clara distinción entre la elite capitalista y el propio capitalismo.
El capitalismo es un sistema económico impulsado por el crecimiento; la elite capitalista
es la gente que se las ha arreglado para conseguir el control del mundo
occidental durante la operación del capitalismo en los últimos dos siglos. El
sistema capitalista ha sobrepasado su fecha de vencimiento, la elite bankster
conoce perfectamente ese hecho – y se está adaptando.
El capitalismo es un vehículo que ha ayudado a llevar a los
banksters al poder absoluto, y no tienen más lealtad a ese sistema que al
lugar, o a cualquier cosa o cualquier persona. Como mencioné anteriormente,
piensan a escala global, y naciones y poblaciones son los peones. Definen lo
que es dinero y lo emiten, exactamente como el banquero en un juego de
Monopoly. También pueden inventar un nuevo juego con otro tipo de dinero. Hace
tiempo que han llegado más allá de toda necesidad de depender de algún sistema
económico en particular para mantener su poder. El capitalismo fue útil en una
era de rápido crecimiento. Ante una era sin crecimiento, se prepara un juego
diferente.
Por lo tanto, no se permitió que el capitalismo muriera una
muerte natural. En su lugar fue derribado mediante una demolición controlada.
Primero lo pusieron en un sistema de soporte vital, como mencionamos
anteriormente, con globalización, privatización, mercados cambiarios, etc.
Luego le inyectaron una solución eutanásica, en la forma de burbujas
inmobiliarias y derivados tóxicos. Finalmente, el Banco de Pagos
Internacionales –el banco central de los bancos centrales– canceló el sistema
de soporte vital: declaró la regla de ‘valoración a precios de mercado’, que
llevó a la insolvencia instantánea de todos los bancos en posesión de riesgos,
aunque tardó un tiempo antes de que fuera aparente. Cada paso en este proceso
fue cuidadosamente planificado y dirigido por la clique de los bancos
centrales.
El fin de la soberanía – La restauración del antiguo
régimen
Tal como fue dirigido cuidadosamente el colapso financiero,
lo fue el escenario posterior al colapso, con sus programas suicidas de
rescate. Los presupuestos nacionales ya estaban puestos al límite; ciertamente
no había reservas disponibles para salvar a bancos insolventes. Por lo tanto
los compromisos de rescate no eran otra cosa que la aceptación de nuevas deudas
astronómicas por los gobiernos. A fin de pagar los compromisos del rescate,
¡hubo que pedir prestado el dinero al mismo sistema financiero que era
rescatado!
No era que los bancos fueran demasiado grandes para quebrar,
más bien los banksters eran demasiado poderosos para quebrar: hicieron a los
políticos una oferta que no podían rechazar. En EE.UU. se dijo al Congreso que
sin rescates habría ley marcial a la mañana siguiente. En Irlanda, se dijo a
los ministros que habría caos financiero y disturbios en las calles. De hecho,
mientras Islandia se manifestaba, la manera sensata de tratar a los bancos
insolventes fue un proceso ordenado de suspensión de pagos.
El efecto de los rescates bajo presión fue transferir la
insolvencia de los bancos a los tesoros nacionales. Las deudas bancarias fueron
transformadas en deudas soberanas y déficits presupuestarios. Ahora, de un modo
bastante predecible, son las naciones las que buscan rescates, y esos rescates
llegan con condiciones. En lugar de la suspensión de pagos de los bancos,
tienen lugar las de las naciones.
En su libro Confesiones de un sicario económico,
John Perkins explica cómo se ha coaccionado al Tercer Mundo durante las últimas
décadas –mediante presión y trucos de diversos tipos– para que acepten una
esclavitud perpetua de endeudamientos. Intencionalmente, las deudas nunca
pueden ser pagadas. En su lugar, las deudas deben ser periódicamente
refinanciadas, y cada vuelta de refinanciamiento entierra más profundamente a
la nación en deudas – y la lleva a someterse a dictados aún más drásticos del
FMI. Con el colapso financiero orquestado, y el timo del ‘demasiado grande para
quebrar’, los banksters han creado una situación en la que no hay vuelta atrás:
los planes del sicario operan ahora aquí en el primer mundo.
En la UE, la primera vuelta de naciones en caer serán los
así llamados PIGS –Portugal, Irlanda, Grecia, y España. La ficción de que los
PIGS pueden encarar los rescates se basa en la suposición de que se reanudará
la era del crecimiento ilimitado. Como lo saben perfectamente los banksters,
simplemente no va a suceder. Finalmente los PIGS se verán forzados al default,
y entonces el resto de la UE también se derrumbará, todo parte de un proyecto
de demolición controlada.
Cuando una nación sucumbe a la esclavitud por la deuda, deja
de ser una nación soberana, gobernada por algún tipo de proceso político
interno. En su lugar cae bajo el control de los dictados del FMI. Lo que hemos
visto en el Tercer Mundo, y sucede ahora en Europa, esos dictados tienen que ver
con austeridad y privatización. Las funciones del gobierno son eliminadas o
privatizadas, y los activos nacionales son vendidos. Poco a poco –de nuevo una
demolición controlada– la nación Estado es desmantelada. Finalmente, las
funciones primordiales que le quedan al gobierno son la represión policial de
su propia población, y el cobro de impuestos para entregarlos a los banksters.
En los hechos, el desmantelamiento de la nación Estado
comenzó mucho antes del colapso financiero de 2008. En EE.UU. y Gran Bretaña
comenzó en 1980 con Reagan y Thatcher. En Europa, comenzó en 1988, con el
Tratado de Maastricht. La globalización aceleró el proceso de desmantelamiento,
a través de la exportación de puestos de trabajo e industrias, programas de
privatización, acuerdos de ‘libre comercio’ y el establecimiento de la
Organización Mundial de Comercio (OMC), destructora de regulaciones. Los
eventos desde 2008 han posibilitado la rápida aceleración de un proceso que ya
estaba bien encaminado.
Con el colapso, los rescates, y el hecho de que no haya
iniciado ningún tipo de programa efectivo e recuperación, las señales son muy
claras: se dejará que el sistema colapse totalmente, allanando así el terreno
para una ‘solución’ previamente diseñada. Mientras se desmantela la nación
Estado, se establece un nuevo régimen de autoridad global para reemplazarla.
Como podemos ver en el caso de la OMC, el FMI, el Banco Mundial, y las otras
partes del embriónico gobierno global, el nuevo sistema global no mostrará
pretensiones de representación popular o proceso democrático. El gobierno
tendrá lugar a través de burocracias autocráticas globales, que recibirán sus
órdenes, directa o indirectamente, de la camarilla bankster.
En su libro The Globalization of Poverty [La
globalización de la pobreza], Michel Chossudovsky explica cómo la
globalización, y las acciones del FMI, crearon una pobreza masiva en todo el
Tercer Mundo durante las últimas décadas. Como podemos ver, con el dramático
énfasis en la austeridad, después del colapso y los rescates, este proyecto de
creación de pobreza ya no tiene vuelta atrás. En este nuevo sistema mundial no
habrá ninguna clase media próspera. Por cierto, el nuevo régimen se parecerá en
mucho a los antiguos días de la realeza y la servidumbre (el antiguo régimen).
Los banksters son la nueva familia real, y todo el mundo será su dominio. Los
tecnócratas que dirigen las burocracias globales, y los mandarines que se
presentan como políticos en las naciones residuales, son la clase superior
privilegiada. El resto de nosotros, la abrumadora mayoría, nos veremos en el
papel de los siervos empobrecidos – si tenemos la suerte de ser uno de los
supervivientes al proceso de colapso.
Actualmente, los estadounidenses se indignarían si tropas
de la ONU entraran a Los Angeles para restaurar el orden; mañana lo
agradecerán. Vale especialmente si se les dice que hay una amenaza exterior del
más allá, sea real o promulgada, que amenazaría nuestra propia existencia.
Entonces todos los pueblos del mundo rogarán a los dirigentes del mundo que los
liberen de ese mal. Lo único que todo hombre teme es lo desconocido. Cuando se
le presenta ese escenario, renunciará voluntariamente a los derechos
individuales a cambio de la garantía de su bienestar otorgada por su gobierno
mundial. – Henry Kissinger, hablando en Evian, Francia, 21 de mayo de 1992,
reunión de los Bilderberger.
El fin de la libertad – El Estado policial global
Durante las últimas cuatro décadas, desde aproximadamente
1970, hemos estado viviendo un proceso de cambio de régimen, de un antiguo
sistema global a un nuevo sistema global. En el antiguo sistema, las naciones
del primer mundo eran relativamente democráticas y prósperas, mientras el
Tercer Mundo sufría bajo la tiranía de Estados policiales, pobreza masiva, e
imperialismo (explotación por potencias extranjeras). Como mencionamos
anteriormente, el proceso de transición ha sido caracterizado por un cruce del
Rubicón – la introducción al primer mundo de políticas y prácticas, que antes
eran limitadas, en la mayor parte, al Tercer Mundo.
Por lo tanto la esclavitud de la deuda con el FMI cruzó el
Rubicón, posibilitado por el timo del colapso-rescate. Por su parte, la pobreza
masiva está cruzando el mismo Rubicón, debido a medidas de austeridad impuestas
por el FMI, con sus nuevos poderes de posesión de bonos. El imperialismo
también está cruzando el Rubicón, mientras el primer mundo cae bajo el control
explotador de los banksters y sus burocracias, un nexo del poder que es ajeno a
todas las identidades nacionales. No es sorprendente que la tiranía del Estado
policial también esté cruzando el Rubicón: la imposición de niveles de pobreza
del Tercer Mundo requiere métodos de represión del Tercer Mundo.
El movimiento contra la globalización puede ser considerado
como el comienzo de la resistencia popular contra el proceso de cambio de
régimen. De la misma manera, la reacción policial a las manifestaciones contra
la globalización de Seattle, en noviembre de 1999, puede ser interpretada como
el ‘cruce del Rubicón’ de la tiranía policial estatal. La violencia excesiva y
arbitraria de esa reacción –incluyendo cosas como mantener abiertos los ojos de
la gente y pulverizar pimienta en ellos– no tuvo precedentes en acciones contra
manifestantes no violentos en una nación del primer mundo.
Irónicamente, la reacción policial, especialmente porque fue
tan ampliamente publicitada, fortaleció realmente el movimiento contra la
globalización. A medida que las manifestaciones crecían en tamaño y fuerza, la
reacción policial se hizo aún más violenta. Un cierto clímax fue alcanzado en
Génova, en julio de 2001, cuando los niveles de violencia de ambas partes casi
comenzaron a parecer una guerra de guerrillas.
En esos días el movimiento contra la globalización dominaba
las páginas de noticias internacionales, y la oposición a la globalización
alcanzaba proporciones masivas. El movimiento visible era solo la punta de un
iceberg antisistémico. En un sentido muy real, el sentimiento popular general
en el primer mundo comenzaba a tomar un giro radical. Los dirigentes del
movimiento pensaban ahora en términos de un movimiento anticapitalista. Había
volatilidad política en el aire, en el sentido de que, posiblemente, un
sentimiento popular ilustrado podría lograr un cambio en el curso de los
eventos.
Todo eso cambió el 11 de septiembre de 2001, el día en el
que cayeron las torres. El movimiento antiglobalización, junto con la propia
globalización, desaparecieron casi enteramente de la conciencia pública en ese
día aciago. De repente había un escenario global totalmente nuevo, todo un
nuevo circo mediático – con un nuevo enemigo – un nuevo tipo de guerra, una
guerra sin fin, una guerra contra fantasmas, una guerra contra el “terrorismo”.
Anteriormente vimos cómo el colapso financiero orquestado de
septiembre de 2008 posibilitó que ciertos proyectos existentes fueran
rápidamente acelerados, como ser el desmantelamiento de la soberanía, y la
imposición de austeridad. Del mismo modo, los eventos de septiembre de 2001
posibilitaron que otros proyectos existentes fueran acelerados
considerablemente, como ser el abandono de las libertades civiles y del derecho
internacional.
Antes de la caída de las torres, ya habían redactado la “Ley
Patriota”, que proclama de manera muy clara que había llegado el Estado
policial (a EE.UU.) con toda su fuerza y para quedarse – la Declaración de
Derechos perdió su fuerza legal. Antes de mucho tiempo, legislación
‘antiterrorista’ semejante había sido adoptada en todo el primer mundo. Si
algún movimiento antisistémico volvía a levantar cabeza en el primer mundo
(como lo hizo, por ejemplo, recientemente en Grecia), se podrían poner en
práctica poderes policiales arbitrarios –tantos como fuera necesario– para
aplastar la resistencia. No se permitiría que ningún movimiento popular
desbaratara los designios de cambio de régimen de los banksters. El movimiento
antiglobalización había estado gritando: ‘así es la verdadera democracia’. Con
el 11-S, los banksters replicaron: ‘así es la verdadera opresión’.
Los eventos del 11-S llevaron directamente a las invasiones
de Iraq y Afganistán, y en general ayudaron a crear un clima en el cual se pudo
justificar fácilmente las invasiones de naciones soberanas, con una u otra
excusa. El derecho internacional fue abandonado de un modo tan exhaustivo como
lo fueron las libertades civiles. Tal como se eliminó toda restricción de las
intervenciones policiales interiores, se eliminó toda restricción de las
intervenciones militares geopolíticas. Nada debía ponerse en el camino de los
planes de cambio de régimen de los banksters.
La era tecnotrónica involucra la aparición gradual de una
sociedad más controlada… dominada por una elite, no limitada por valores
tradicionales… esta elite no dudaría en lograr sus objetivos políticos
utilizando las últimas técnicas modernas para influenciar la conducta pública…
La persistencia de la crisis social, la emergencia de una personalidad
carismática, y la explotación de medios de masas para obtener la confianza
pública serían los escalones en la transformación de a poco de EE.UU. en una sociedad
altamente controlada… Además, podría ser posible –y tentador– explotar para
fines políticos estratégicos los frutos de la investigación sobre el cerebro y
la conducta humana – Zbigniew Brzezinski, La era tecnotrónica, 1970.
La era post
capitalista – Nuevos mitos para una nueva cultura
Sea cual sea la fecha exacta, toda la serie se entrelazará,
geopolítica e interiormente, y el mundo cambiará. Será una nueva era, tal como
el capitalismo fue una nueva era después de la aristocracia, y la Alta Edad
Media siguió a la era del Imperio Romano. Cada era tiene su propia estructura,
su propia economía, sus propias formas sociales, y su propia mitología. Esas
cosas deben relacionarse coherentemente entre sí, y su naturaleza proviene de
relaciones de poder y de circunstancias económicas fundamentales del sistema.
Cada vez que hay un cambio de era, la era anterior es
satanizada en una nueva mitología. En la historia del Jardín del Edén la
serpiente es satanizada – un símbolo reverenciado en el paganismo, el
predecesor del monoteísmo. Con la aparición de las naciones Estado europeas, fue
satanizada la Iglesia Católica, y se introdujo el protestantismo. Cuando
llegaron las repúblicas, la satanización de los monarcas fue una parte
importante del proceso. En el mundo posterior a 2012, se satanizará la
democracia y la soberanía nacional. Esto será muy importante, para conseguir
que la gente acepte un régimen totalitario arbitrario…
En esos terribles días tenebrosos, antes de la bendita
unificación de la humanidad, la anarquía reinaba en el mundo. Una nación
atacaba a otra, nada mejor que los depredadores en la selva. Las naciones no
tenían coherencia a largo plazo; los votantes pasaban de un partido al otro,
manteniendo siempre en transición y confusión a los gobiernos. ¿Cómo pudo
llegar alguien a pensar que las masas de gente semieducada podrían gobernarse,
o dirigir una sociedad compleja? La democracia era un experimento mal concebido
que condujo solo a la corrupción y al gobierno caótico. ¡Qué suerte tenemos de
estar en este mundo tan ordenado, en el cual la humanidad ha llegado finalmente
a crecer, y en el cual aquellos con la mejor experticia toman las decisiones
para todo el globo!
El capitalismo tiene que ver con crecimiento, progreso, y
cambio. Bajo el capitalismo las virtudes de ambición, iniciativa y
competitividad son elogiadas, porque esas virtudes sirven la dinámica del
capitalismo. La gente es alentada a acumular cada vez más, y a no darse jamás
por satisfecha con lo que tiene. Bajo el capitalismo, la gente tiene que tener
un poco de libertad, y un poco de prosperidad, para que la dinámica del
capitalismo pueda operar. Sin una cierta libertad, la ambición no puede
motivar; sin prosperidad ¿cómo se puede lograr la acumulación? En el mundo post
capitalista, las virtudes capitalistas serán satanizadas. Será muy importante
para lograr que la gente acepte la pobreza y la regimentación…
La busca de dinero es la raíz de todo mal, y el sistema
capitalista es inherentemente corrupto y derrochador. La anarquía reinaba en el
mercado, mientras las corporaciones buscaban a ciegas beneficios, sin preocuparse
por las necesidades humanas o por la Tierra. Cuánto más sensatas son nuestras
brigadas de trabajo, que producen solo lo necesario, y usan solo lo que es
sustentable. El capitalismo alentaba la codicia y el consumo; la gente luchaba
para competir los unos contra los otros, por ‘ser los primeros’ en la carrera
de ratas. Cuánto más sabios somos ahora, que vivimos con nuestras cuotas
racionadas, y aceptamos los deberes que se nos asignan, sean cuales sean,
sirviendo a la humanidad.
En este cambio de régimen que introduce la era post
capitalista, vemos una orquestación consciente de economía, política,
geopolítica y mitología – como un proyecto coordinado. Se está creando toda una
nueva realidad, toda una nueva cultura global. Cuando se trata del tema, la
capacidad de transformar la cultura es la máxima forma de poder. En solo una
generación, una nueva cultura se convierte “en así son las cosas”. ¿Y qué,
podemos preguntar, podría bloquear el camino de algunas futuras manipulaciones
del régimen cultural que pueda prever la familia real bankster?
Desde que se introdujo la educación pública, el Estado y la
familia han competido por controlar el condicionamiento de la infancia – y en
la infancia se transmite la cultura a la próxima generación. En el micro-administrado
futuro post capitalista, es muy probable que veamos la ‘solución final’ del
control social, o sea que el Estado monopolice la educación de los niños. Eso
eliminaría de la sociedad el lazo entre padre e hijo, y de ahí los lazos
relacionados con la familia en general. Ya no existe un concepto de parientes,
solo de otros miembros de la colmena. La familia debe ser satanizada. Aquí en
Irlanda, ya hay anuncios publicitarios en la televisión que dramatizan los
sufrimientos de niños que son abusados o descuidados por sus padres…
Qué horribles eran esos días, cuando parejas sin permiso,
sin capacitación, tenían control total sobre niños vulnerables, tras puertas
cerradas, con todas las neurosis, adicciones, o perversiones que los padres
llegaran a tener. ¿Cómo existió durante tanto tiempo ese vestigio de esclavitud
patriarcal, la guarida refugio del abuso infantil, sin ser reconocida por lo
que era? Cuánto mejor nos va ahora, con niños educados científicamente, por
personal capacitado, que les enseña disciplina y valores sanos.
RIchard K Moore.
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