Buena parte de la
imagen y de la práctica actual de la guerra, en la era de la imagen y de los
drones, solo se entiende desde esta perspectiva a la vez espectacular e
immunitaria. Hitler mandó que el genocidio de los judíos de europa se realizase
mediante cámaras de gas para evitar el "sufrimiento moral" de los
soldados nazis obligados a matar de un tiro en la nuca a niños, mujeres,
ancianos y demás civiles desarmados. Considerando que se exigía de ellos un
excesivo "heroismo" en el cumplimiento directo de las tareas de
exterminio, el Führer los liberó de esa carga mediante ese instrumento de
muerte industrial, anónima y aséptica que es la cámara de gas. En aquel
momento, la inmunización contra el dolor del crimen se obtenía ocultando sus
imágenes, negando su existencia. El negacionismo está siempre
ya incluido en la política genocida del nacionalsocialismo. Esto deja ya de
ocurrir con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki: tuvimos imágenes de
las bombas, de los hongos nucleares y de sus consecuencias desde el primer
momento. Uno de los pilotos de la misión, Eatherly estuvo al borde de la locura
tras "ver" lo que habían hecho. Por mucho que no tuviese contacto con
la población asesinada, la conciencia de la magnitud de la matanza le resultó inaceptable.
Era necesario por consiguiente separar lo más posible a los seres humanos del
acto de dar la muerte, inmunizarlos contra la muerte mediante barreras. Estas
barreras serán la imagen y la automatización de las máquinas de matar. La
cámara y el dron, a veces unidos en un mismo aparato sintetizan esta guerra
"humana" con la que soñara Hitler. El uso masivo de drones en
la guerra de Afganistán/Pakistán está permitiendo que se realice el sueño de un
conflicto sin bajas para quien tiene la supremacía técnica y con numerosas
bajas civiles para quien no la tiene.
El espantoso crimen ocurrido en Londres en
el que un joven británico de origen nigeriano asesinó con un machete en plena
calle a un soldado británico ilustra bien el funcionamiento de una sociedad de
control espectacular e inmunitaria. En primer lugar, las imágenes
del crimen circulan por la red como objeto de curiosidad, pues decenas de
personas asistieron al asesinato y, en lugar de salir corriendo a ayudar a la
víctima o a ponerse a salvo, se quedaron en las cercanías filmándolo. Como
si no tuvieran nada que temer, pues la realidad convertida en imagen es tan
inofensiva como la de una película, aunque sea un "snuff movie". El
propio protagonista, una vez cometido el crimen se puso a departir
tranquilamente con los viandantes mientras era filmado y a explicar con
bastante serenidad, con un machete y un cuchillo ensangrentados en sus manos
también cubiertas de sangre, los motivos de su acción.Probablemente el
joven sea un "terrorista improvisado" que decidió lanzarse a la fama
mediante este acto y lo consiguió. Su objetivo era denunciar mediante la acción
lo que ocurría todos los días en numerosos países musulmanes ocupados o
intervenidos por potencias "humanitarias" occidentales como Irak,
Afganistán o Pakistán. La fama la obtuvo, pero esto último no lo consiguió
realmente, pues para los medios de comunicación todo quedó en una denuncia de
su "barbarie", rápidamente asociada al Islam político por unos medios
cuyo reflejo inmediato es banalizar la imagen del enemigo, para mejor ocultar
el contexto de este acto.
De este modo, lo que quiso ser un intento sangriento y cruel de recurrir a la
propaganda por la acción se convirtió en nuevo argumento a favor del
antiterrorismo, el racismo y la islamofobia. Lo que quedó fue la imagen del
bárbaro matando bárbaramente a uno de "nuestros muchachos" y
un nuevo pretexto para que las comunidades musulmanas sean objeto de ataques
xenófobos y racistas en Europa y en sus propios países. La imagen -como
ocurre siempre en la sociedad del espectáculo- quedó enteramente desconectada
de su contexto y de los motivos del autor del crimen. Así, se le pudo atribuir
a él y se pudo seguir atribuyendo a "los suyos" el monopolio de la
barbarie,mientras que un gobierno británico que lleva años ocupando
Afganistán y liquidando a decenas de miles de personas mediante bombardeos con
misiles y drones puede permitirse asumir el monopolio de la
"humanidad". Quien habla de "barbarie" expulsa de la
humanidad al otro como esencialmente violento e inhumano, y asume para sí la
representación exclusiva de lo humano. La lógica del humanismo pacifista que se
expresa en nombre de la humanidad y condena la violencia "venga de donde
venga" coincide así con la del racismo y la fundamenta. ¿Es acaso el
racismo sino la proyección de nuestra propia violencia y barbarie, de nuestra propia
pulsión de muerte, en el otro "bárbaro"?
Nuestra sociedad ha
alcanzado unas cotas de inmoralidad, falta de empatía y visión realista de la
vida de un alcance inimaginable. Esto es el resultado de vivir sometidos a una
Patocracia.
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